“¡Viva el rey! ¡Muera el mal gobierno!”

Guillermo Pérez Flórez

La primera pregunta es si el sacudón que el presidente Petro le dio al gabinete ministerial era necesario, dado su inocultable malestar con los resultados.
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Según el informe de una funcionaria, de 195 compromisos hechos se han dejado de cumplir 164. El dato es decepcionante. Ha debido generarle malestar, pues niega las promesas de cambio. Si algo han sabido hacer todos los gobiernos de las últimas décadas, es prometer y luego incumplir.    

Cumplir lo prometido es parte de una nueva ética política a la que aspira la gente, hastiada de ofrecimientos huecos que nunca se materializan. Desde esa perspectiva, el sacudón era necesario. Sí. Lo que no tengo claro, es por qué hacerlo en público y en horario triple A. Me dio la impresión, viendo el famoso consejo de ministros, que Petro quiere marcar distancia de su gobierno. Como si desease que el pueblo gritara, al estilo de Manuela Beltrán durante la revolución comunera: “¡Viva el rey! ¡Muera el mal gobierno!”.  Es decir, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. En un régimen presidencialista, como el nuestro, el presidente es jefe de Estado, jefe de Gobierno y suprema autoridad administrativa . El Gobierno está formado por el primer mandatario, los ministros del despacho y los directores de departamentos administrativos. Si no dan la talla, ¡cámbielos!.

Más allá de la responsabilidad política, lo que me preocupa es el mensaje que envía. ¿Acaso no fue él quien designó a su equipo? ¿Estas personas no fueron seleccionadas por sus capacidades y afinidades con el proyecto político? El distanciamiento con su propio gabinete genera inestabilidad y desconfianza. Además, puede tener consecuencias no deseadas. Por un lado, desmoralizar a los funcionarios que han estado trabajando para implementar las políticas del gobierno, y por otro, dar munición a la oposición, que hoy se frota las manos, por tan bochornoso espectáculo.  Otro asunto, es la evidente falta de equipo, las grietas y contradicciones internas. Las declaraciones de la vicepresidente, Francia Márquez, fueron reveladoras. Se siente maltratada e irrespetada. Y eso lo salpica, pues a todo parecer, ha descargado parte de sus responsabilidades en personas sin el talante ni el talento para coordinar la acción de gobierno, y moralmente cuestionadas. Se pueden delegar funciones y competencias, pero no el liderazgo.

Finalmente, otro asunto. El presidente tiene la percepción de que a él lo llevó al cargo el M19. Error. Cientos de miles de quienes votamos por él, jamás pertenecimos a ese movimiento. Lo hicimos para que reordenara la República e hiciera un país más justo; para que derrotara la corrupción pública, y la privada que se hace a la sombra del Estado; para que desmontara el centralismo y les diera esperanza a las regiones más apartadas y olvidadas, otra vez asoladas por bandas criminales. En otras palabras, votamos por un  proyecto reformista, no por una propuesta revolucionaria. Petro en sus discursos cita a Alfonso López Pumarejo, el gran reformador del siglo XX. Pues bien, el reformismo que demanda el país no puede frustrarse por caprichos, terquedades o soberbias. Sería imperdonable que se malograra por el prurito de defender a ultranza a quienes se subieron al barco del cambio a última hora, y que más que enriquecer el proyecto lo desnaturalizan. Decían los romanos que nadie da lo que no tiene. Si no puede unir el Gobierno en torno a propósitos y métodos, entonces mucho menos podrá unir al país. Pésima noticia.

 

Guillermo Pérez Flórez

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