La tuerca en la puerta: Crónica de un país codificado

José Javier Capera Figueroa

En estos días de modernidad desbocada, nos encontramos ante una nueva maravilla tecnológica: el torniquete con código QR.
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¡Qué innovación más pintoresca! Ahora, el pobre asalariado que viene a ganarse el pan de cada día tendrá que demostrar su derecho a entrar al trabajo como si fuera un delincuente entrando a la cárcel. ¿Acaso no es suficiente castigo tener que madrugar?

Pero no nos detengamos ahí. ¿Por qué conformarnos con firmar una simple planilla? Mejor hagamos un ritual completo: firma, huella digital, muestra de ADN y, ya que estamos, una declaración jurada de que volveremos al día siguiente. Total, entrar a trabajar es un privilegio que hay que ganarse cada 24 horas, ¿no?

Imagínense al boyacense que se pone la ruana para ir a coger papa. Ahora tendrá que escanear su ruana antes de ponérsela, no sea que se le ocurra trabajar sin el atuendo reglamentario. O el costeño, que deberá pasar su hamaca por un lector de códigos antes de echarse su siesta sagrada. ¡Vaya progreso!

Y ni hablar de la puntualidad colombiana. Ese "ya voy llegando" cuando apenas estamos saliendo de casa ahora tendrá que ser verificado por satélite. Quizás necesitemos un código QR que certifique que estamos "en la esquina" cuando en realidad ni siquiera nos hemos puesto los zapatos.

Pero no nos quedemos cortos. ¿Por qué no extender esta maravilla a todos los aspectos de nuestra vida? Código QR para entrar al baño, código QR para respirar, código QR para pestañear. Y, como sugerido por cierto alcalde visionario, ¿por qué no un código QR para hacer el amor en pareja? Así ahorramos agua en la ducha y de paso controlamos la natalidad. Eso sí, cuidado con que se le caiga el champú a su pareja, porque ese escáner del baño no perdona y le llegará la factura electrónica antes de que pueda decir "¡Ay, caramba!".

En fin, queridos compatriotas, prepárense para vivir en el futuro. Un futuro donde cada movimiento, cada suspiro, cada pensamiento estará debidamente registrado, codificado y facturado. Porque si algo nos ha enseñado la burocracia es que no hay nada que no se pueda complicar un poco más.

Y recuerden: si no les gusta esta nueva realidad, siempre pueden protestar. Eso sí, no olviden escanear su código QR de "Ciudadano Inconforme" antes de salir a la calle. No vaya a ser que su indignación no quede debidamente registrada en el sistema.

 

José Javer Capera

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