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Añadía el escritor como sustento a su afirmación, que las guerras de hoy -incluyendo en ellas las irregulares de corte guerrillero-, así no lo quieran aceptar los combatientes, terminan correspondiendo al concepto de neoguerra, un esquema bien distinto al de “guerra combatida”, “guerra antigua” o “paleo-guerra”, aquella que tiene como único propósito la aniquilación final del enemigo y el triunfo total del vencedor, que con ello aspira a alcanzar sus objetivos.
Esto, porque las condiciones en las que se realizaba la guerra tradicional, entraron en crisis total a causa de los medios masivos de comunicación, al punto que cada beligerante tiene al enemigo instalado en su propia casa y en su retaguardia, comentando lo ocurrido, con flujos de información imparables, que dan a conocer a los combatientes y a la opinión en general, todo cuanto sucede minuto a minuto.
Sin que les sea dable a los contendientes evitarlo, pues aún cuando intentaran amordazar a los llamados mass-media, las nuevas tecnologías como los celulares, los satélites espías, los drones o el internet, lo impedirían tornando transparente el campo de batalla, permitiendo ver que hacen, que piensan y hasta en donde se aposta cada combatiente, tal como viene ocurriendo cuando el mundo presencia en directo las innúmeras bajas causadas por las fuerzas rusas a la población ucraniana, o el país registra las causadas a la guerrilla por nuestras Fuerzas Armadas, por más que aquella trate de ocultarlas llevándose a sus víctimas después de cada combate.
Así, mientras en el conflicto convencional el fin era ser tan violento con el enemigo como se pudiera, en la neo-guerra se busca ocultar la violencia hasta donde sea factible, para no incurrir en la reprobación general del mundo que la registra inmediatamente a través de los medios de comunicación, haciendo de la muerte, no el acontecimiento lejano e impersonal de antes, sino una evidencia visual insostenible.
En la neoguerra o contienda contemporánea, cada bando se mueve bajo el signo del victimismo, mediante el cual pierde ante la opinión el que más fiereza demuestre y el que más destrucción y dolor cause, tal como ocurre, con en violento actuar que se le está censurando a Putin en el presente, o al Eln y a las disidencias de las Farc, que luego de haber concitado alguna simpatía, están siendo desconceptuadas en su propio país en virtud de su deshumanizado accionar.
Por ello, ante esta innegable realidad se impone, no ya la sola humanización de la guerra, sino la búsqueda de salidas acordadas a los conflictos, de cara a una opinión globalizada que, querámoslo o no, existe.
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