¡Bingo!

Iván Ramírez Suárez

La Policía nacional es una institución valiosa y respetable, dentro de la estructura de poder de los Estados del mundo.

Su origen y su meritoria labor cumplida durante cientos de años ha servido para coadyuvar en la aplicación de Justicia, la captura de los maleantes, el combate a la delincuencia común y organizada y la contribución a la garantía constitucional de la paz, la tranquilidad y la seguridad ciudadana.

Pero como institución, no ha estado exenta de la infiltración de la delincuencia. En Colombia y Estados como México, Guatemala, República Dominicana y Ecuador, por citar algunos ejemplos, delincuentes uniformados han causado mucho daño a la institución y no solo le generan una innegable pérdida de credibilidad y legitimidad, sino que los índices de percepción en estos ítems superan topes inimaginables.

Estas consideraciones se hacen necesarias, porque con la entrada en vigencia del nuevo Código Nacional de Policía, algunos de estos delincuentes uniformados ya están gritando ¡BINGO!

Y es que las facultades otorgadas por el Congreso a esta autoridad ejecutora de la actividad de policía en el nuevo código, generan incredulidad y duda de parte de la ciudadanía -incluido el suscrito- respecto al recto proceder de los uniformados en sus nuevas atribuciones, quienes dispondrán de un instrumento o herramienta más para sumar ceros a las cifras de sus ingresos, tal como ha ocurrido con esquiroles de esta institución que como policías de Carreteras o de Tránsito extorsionan con sus comparendos a quienes conscientes ceden ante ellas.

Los atributos que en los procedimientos entregó el Congreso a la Policía, en especial los contenidos en los artículos 172 al 180 del nuevo código, son una innegable tentación tanto para el ciudadano infractor como para el uniformado, para incurrir en las comunes conductas punibles de concusión y cohecho muy generalizadas en nuestra cultura.

Luego, los operativos ya no estarán solo en las curvas invisibles o bajo la sombra de los árboles de las vías urbanas o intermunicipales que utilizadas como guaridas esperan para que desprevenidos conductores infrinjan las normas de tránsito y exigirle “colaboración”, sino que se enfocarán sobre somnolientos borrachitos, vecinos ruidosos, tenderos con horario nocturno desbordado o incontinentes urinarios o fecales que deberán seguir contribuyendo para alargar el salario de una parte corrupta de la gendarmería criolla.

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