Por estos días está muy agitado el ambiente político en la región latinoamericana. Las implicaciones de la visita de Obama a la Habana, la película de Lula en Brasil, el aplazamiento de la firma de los acuerdos de paz entre el Gobierno y las Farc, la visita del Presidente de los Estados Unidos a la Argentina, la disputa entre Nicaragua y Colombia en la Haya, la oposición y Maduro en Venezuela, la pérdida de Evo en las urnas, entre muchas otras noticias muestra lo dinámica y compleja que es la política en América latina.
Si alguien se pudiera parar en un punto desde donde se observe de manera global lo que está ocurriendo en la región y además se hace un pequeño análisis de prospectiva, el resultado sería concluir que por estos meses se está incubando una nueva era en términos de modelos políticos y económicos para nuestra región.
Parece que el fin de la guerra fría por fin llegó a las dinámicas políticas de quienes nacieron con ella, Cuba y las Farc esperaron más de dos décadas para dar el paso que Rusia dio en los noventa.
La democracia se está asomando a Cuba, esa es la afirmación que ronda en el ambiente mundial con motivo de la visita del presidente de los Estados Unidos Barack Obama a la Habana durante estos días. No hay duda que la nueva era de relaciones entre los dos países es una apuesta correcta para el futuro de la región y que dará fin a un régimen autoritario y antidemocrático en ese país. Los especialistas anuncian que habrá mayor desarrollo económico y mayores libertades a partir de la apertura económica y política anunciada con el cambio de gobierno en la isla para 2018. De otro lado, el fin del bloqueo económico de los Estados Unidos a Cuba le permitirá a este país desarrollar una nueva economía basada en la prestación se servicios médicos y educativos.
Del proceso con las Farc ya he hablado en pasadas columnas, lo importante de reafirmar es la imperiosa necesidad que tiene Colombia de terminar este conflicto y dar un paso hacia delante en la búsqueda de la Paz.
El debilitamiento que ha tenido el modelo del siglo XXI en países como Brasil, Bolivia y Venezuela también está reconfigurando la región. Las expresiones populares, en las urnas y en las calles, muestran que este modelo, como también ocurre con los otros, tienen un ciclo de vida que llega a cierto punto en donde se les demanda ser repensados y actualizados en sus paradigmas ya que se debilitan.
El factor común, según las cientos de notas periodísticas escritas por estos días, que ha debilitado a dichos sistemas es la corrupción. Este fenómeno sigue siendo un mal, si se quiere endémico, que frena el progreso y que crea mayores desigualdades sin importar modelos de izquierda o derecha.
La pregunta es ¿qué tanto influye estas dinámicas globales en nuestro desarrollo local? La respuesta sin duda alguna es mucho.
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