Y muy al estilo santista, salieron a presentarlo como un éxito sin antecedentes en la historia nacional. La Casa de Nariño ya ni disimula que la falsificación de los hechos es parte medular de su estrategia comunicativa.
Los bienes que desde el 30 de septiembre de 2012 pasaron a ser de propiedad de la Nación en Cerro Matoso valen 1.3 billones de pesos y dieron utilidades promedio entre 2008 y 2011 de 245 mil millones de pesos, es decir, del 19 por ciento anual. Y en el nuevo contrato dichos bienes se los alquilaron a la trasnacional –disfrazados de una regalía del uno por ciento– por míseros 12 mil millones anuales –el 0.8 ciento sobre los activos. Si así manejan sus negocios privados, deben de estar en la miseria.
Además, la ampliación de la empresa por cuenta de la trasnacional quedó condicionada a la sospechosa fórmula de aumentar “la capacidad de procesamiento” y no de producción, que no garantiza nada. Se dejó montado que Billiton subcontrate operaciones con sus filiales, lo que facilita el fraude contable y la evasión de regalías e impuestos. Y las cacareadas inversiones futuras en “responsabilidad social” serán inferiores a las de los años anteriores.
El negocio, además, se montó para que la trasnacional se quede con él a perpetuidad, pero no se resolvió qué pasará con los 63 mil millones de pesos que le reclama la Contraloría por mala liquidación de regalías ni se la obliga a tramitar licencia ambiental y a responder con seriedad por los problemas de salud pública y de contratación de los trabajadores (para análisis de detalle: http://ow.ly/d/1278). Como si fuera poco, están saliendo severos cuestionamientos de la Procuraduría y la Contraloría sobre la legalidad de lo pactado (bit.ly/XYC7oj).
Otro escándalo reventó con la decisión del gobierno de permitirle continuar con sus obras al hotel Los Cerezos en Villa Concha, Parque Tayrona, no obstante lo dañino y lo plutocrático de lo que intentan, así como su ilegalidad. Si no hubiera sido por la airada reacción de los colombianos, que llevó a Santos a recular, la “eco” codicia de tres o cuatro notables disfrazados de ambientalistas nos habría impuesto a 45 millones de colombianos una pésima política ambiental en los parques nacionales.
Pero que se haya ganado una batalla no significa el fin de la amenaza, porque mientras exista propiedad privada sobre las principales playas del parque, alguien intentará edificar allí y porque fue el propio don Juan Manuel el que le anunció al mundo –henchido de orgullo y pletórico de gozo– que en su gobierno vendrían poderosos inversionistas extranjeros –los de Six Senses– a decirnos cómo era que se debía “eco” explotar la playa de Arrecifes en el Tayrona, mediante un “eco” hotel de siete estrellas. Como chilla la “eco” astucia de los “eco” negociantes.
Sería un grave error dejar que continúe la conspiración que existe contra el Tayrona desde su creación, en 1969, hace 43 años, por cuenta de quienes no cejarán en ella hasta no coronar sus grandes negocios de especulación inmobiliaria o hasta que el Estado adquiera esos predios, como se lo autoriza el ordenamiento jurídico.
Cafeteros, arroceros y cacaoteros anunciaron movilizaciones democráticas durante febrero, cosa que no debe sorprender a nadie. Por el contrario, lo que puede sonar extraño es que no estén programadas protestas del resto del sector: ganaderos de carne y leche, porcicultores, avicultores, algodoneros, maiceros, paneleros, bananeros, floricultores, azucareros y hasta palmeros, pues están arrinconados por lo escaso de sus ingresos y muchos van camino a la ruina si no hay cambios de fondo en las circunstancias que los maltratan.
Las razones de este desastre –e igual o peor es en la industria– están sobrediagnosticadas, y no son otras que la combinación de importaciones y contrabando, políticas agrarias en extremo mediocres, insolidaridad del gobierno y revaluación del peso, en resumen, libre comercio. Aunque su aparato publicitario insista en que Santos pasará a la historia por sus “aciertos”, podría inmortalizarse, pero por la destrucción del aparato productivo del campo y las ciudades.
El ministro de Minas –o mejor, el presidente Santos, porque cosas de tanto calibre no se definen sin su aquiescencia– se le sometió a la BHP Billiton y le firmó otro contrato ilegal y leonino sobre Cerro Matoso.
Credito
JORGE ENRIQUE ROBLEDO
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