Hace veintiséis años había un debate nacional constituyente entre la necesidad de autoridad, para enfrentar la anarquía social, y el respeto a los derechos humanos. Coincidentemente apareció entonces un político atípico, como si hubiera venido de otro mundo, que planteaba otra alternativa: utilizar la pedagogía para imponer la ley.
Este político, recién lanzado a la fama por sus provocadoras pero pacíficas respuestas a actos anarquistas, era Mockus, recientemente nombrado Rector de la Universidad Nacional. Varios años después de estos hechos, Laura Jaramillo, periodista que iniciaba carrera en la Silla Vacía, lo describió con precisión. “Mockus con sus actuaciones inesperadas irrumpe en los espacios conocidos, los vuelve extraños y obliga a los espectadores a reconsiderar los hábitos que se van enconando en una sociedad”.
Precisamente desde hace unos días se discute en los medios sociales la implementación equivocada de una campaña mockusiana denominada ‘el poder del cono’. El ‘cono’, dicho sea de paso, es un mensaje de la cultura ciudadana. Se trata de un símbolo personificado que pretende ayudar a cambiar la actitud en las vías de Bogotá. Mediante esta campaña pedagógica, concebida como una expresión humorística, se busca erradicar malos comportamientos que afectan la movilidad. Uno diría, retomando palabras de Laura Jaramillo, que se busca obligar a reconsiderar hábitos ‘enconados’. Y, por cierto, encono es una palabra que significa animadversión, rencor arraigado en el ánimo.
La ‘comparsa’ del ‘Poder del Cono’, promueve la ley con pedagogía y lúdica. Sin usar el poder coercitivo de la autoridad invitan a que no cometan este tipo de infracciones que generan congestión y afectan a los peatones. Pues la polémica citada de los conos obedece a la respuesta de un servidor público distrital, que defendió agresivamente su papel de ‘cono’.
En el video, se ve cuando los conos, en cumplimiento de la tarea asignada, cantan a un motociclista infractor de tránsito: “que lo mueva, que lo mueva”. Buscan de esta manera, pretendidamente graciosa, que el motociclista se dé cuenta de que había estacionado en un lugar indebido. El conductor, probablemente ‘enconado’ (con animadversión y rencor contra la autoridad), procedió a empujar al servidor público. Instintivamente, al parecer, el cono se defiende lanzando una patada y golpeándolo con el megáfono. El motociclista reacciona entonces a los puños contra el ‘cono’.
Como epílogo de la noticia, el ‘cono’ fue sancionado y pidió perdón público: “Primero pedir excusas a la ciudad, a mis compañeros, reitero mi responsabilidad en los hechos agresivos, pero también hago la invitación al motociclista a que manejemos los problemas no de manera física, sino dialogada para así poder tener una mejor convivencia en la ciudad’ -dice el ‘cono’. Sí, el motociclista debe también pedir perdón a la comunidad por su comportamiento anarquista (enconado).
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