Seamos conscientes, por favor

Cada semestre emergen nuevos profesionales de distintas áreas, y además de la competencia entre sí mismos, los obstáculos de la falta de experiencia, y de la falta de que alguien decida creer en ellos, también contribuye a que el ibaguereño no se sienta a gusto en su propia ciudad.

A la desesperanza del desempleo que ha rodeado a Ibagué históricamente, esta semana se le han sumado nuevos factores, que permitieran pensar, que, pese a los esfuerzos de algunos, seguimos siendo el pueblo grande, del que muchos profesionales quisieran salir en búsqueda de mejores oportunidades.

Un informe del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, reveló que los “asalariados” de nuestra ciudad, son los más inconformes con su trabajo actual, en un estudio que abarca 13 ciudades. El documento, dice que un 17.6% de ibaguereños, están insatisfechos con su trabajo, mientras que un 25.4% desea cambiarlo.

Aquello, resulta siendo una paradoja, teniendo en cuenta que mientras una gran mayoría de paisanos desocupados, anhelan tener un empleo; quienes lo tienen, no están contentos con el mismo, y desean cambiarlo, sin importar que deban emigrar a otras ciudades.

Una de las posibles razones que pudiera explicar ese porcentaje de inconformidad, tiene que ver en primera medida con las formas de contratación realizadas. Las órdenes de prestación de servicios están a la orden del día, y muchas veces el trabajador termina laborando más de lo planteado en su contrato, sin recibir horas extras, dominicales, entre otros beneficios.

De la misma manera, y dentro de los factores que pudieran incidir en los resultados del desalentador informe, podría relacionarse con los salarios pagados en Ibagué, los cuales en la mayoría de casos no supera el mínimo, o es relativamente bajo, en comparación con ciudades como Bogotá, Medellín, Cali o Bucaramanga.

Como tercer punto de referencia, y ocupando el primer lugar de insatisfacción del país, según los criterios tomados por el estudio, es el horario, pese a que Ibagué es una ciudad que permite los desplazamientos cortos, los ibaguereños también viven inconformes con ello.

Con todo lo anterior, y teniendo en cuenta que aún creemos que Ibagué es un buen vividero, no se puede desconocer la realidad del trabajador ibaguereño, que en su mayoría vive del rebusque, del trabajo informal, que no cuenta con las garantías de tener un sustento diario, que de alguna manera incide también en el aumento de la delincuencia.

Desafortunadamente, mientras en nuestra ciudad, no lleguen los inversionistas, no se muevan las industrias, pero tampoco, la administración y las dirigencias locales contribuyan a generar un buen ambiente y condiciones que atraigan, muy seguramente la cifra de inconformidad seguirá creciendo.

Fortalecer las pequeñas y medianas empresas, animar al microempresario a formalizarse y a potencializar su capital, en lugar de asfixiarlo con impuestos y malos tratos, puede ser un buen comienzo para que no solo se queden en Ibagué, creyendo en la ciudad, sino que a su vez contribuyan al crecimiento y la generación de empleo.

Cada semestre emergen nuevos profesionales de distintas áreas, y además de la competencia entre sí mismos, los obstáculos de la falta de experiencia, y de la falta de que alguien decida creer en ellos, también contribuye a que el ibaguereño no se sienta a gusto en su propia ciudad, sin contar con que cada vez hay menos jóvenes en Ibagué. El reto ha sido, sigue y seguirá siendo enorme.

REDACCIÓN EDITORIAL

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