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Pero con la particularidad de que este se fundó gracias al trabajo y a los recursos que lograron autogestionar 84 madres cabeza de familia, agrupadas en una asociación que se convirtió en ejemplo para los proyectos de vivienda popular en aquella época.
Historia
En 1994, un grupo de 84 mujeres cabeza de hogar que desempeñaban varios oficios y no contaban con vivienda propia, se unieron para constituir la Asociación de Mujeres Cabeza de Familia, Asomucaf, una Organización No Gubernamental (ONG), encabezada por Amanda García Varón, oriunda de Armero y una de las líderes comunitarias más visibles del sector.
El primer reto de este grupo de soñadoras era comprar el terreno donde a través del método de autoconstrucción, le darían forma a sus 84 hogares. Fue así como se dieron a la tarea de organizar actividades como bazares, comercialización de empanadas y la venta de más de veinte mil tamales, con lo que finalmente consiguieron una parte de los recursos y el resto lo pidieron prestado a una entidad financiera hasta que lograron adquirir un lote aledaño al barrio Ciudad Luz que anteriormente le pertenecía a una finca ganadera.
A partir de ahí, comenzaron a trabajar con dedicación durante todos los fines de semana, que era el único tiempo que les quedaba libre pues el resto de días tenían que laborar en varios oficios para sostenerse y pagar las cuotas del crédito. Se trataba de mujeres que en su gran mayoría superaban los 50 años de edad y tenían que responder solas por sus familias en una época en la que la situación económica del país no era la mejor por cuenta de varios factores, entre esos la crisis humanitaria que generaba el conflicto armado.
De ahí que la ilusión de tener vivienda propia hacía que acudieran a sus lotes todos los domingos y festivos junto a sus hijos y demás familiares para ayudar a hacer las redes de acueducto y alcantarillado, las vías de acceso y a formar los cimientos de todas las casas, pues más que ser proyectos de vida individuales, la urbanización Villa Yuli era un sueño colectivo de decenas de mujeres humildes y de escasos recursos que habían tenido que pagar arriendo o vivir en casa de familiares durante toda su vida.
En el camino hubo tropiezos y días difíciles, como los de marzo y abril de 1998, cuando algunas mujeres como Josefina Loaiza, Josefina Zamora, Magola Romero y otras más, estuvieron a punto de perder sus lotes debido a que las cuotas del préstamo se tornaron impagables y tenían que sostenerse con muy pocos ingresos, producto de las ventas ambulantes y demás oficios que desempeñaban entre semana.
Pero gracias a la autogestión y la valentía de todas las integrantes de la asociación, que al final consiguieron más recursos, ayudas y subsidios, pudieron sacar adelante sus casas y formar la urbanización por la que tanto lucharon durante más de cinco años. Hoy son una comunidad de gente trabajadora y amable que ha progresado de manera significativa durante estos 25 años de fundación.
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