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De acuerdo con Ingrid Alape, líder indígena, llevaban más de dos años sin energía eléctrica, “expuestos a diferentes riesgos, en particular en las noches, nos levantábamos muy temprano y nos acostábamos temprano”.
Y añadió: “Vivíamos con energía ilegal, lo que también nos preocupaba, la comunidad corría mucho peligro con esos cables expuestos, los electrodomésticos se dañaban, realmente la energía sí da calidad de vida”.
Se trata, cabe decir de una comunidad conformada por 120 núcleos familiares, de los cuales solo 32 están asentados en el territorio, y lo componen 116 personas entre niños, jóvenes y adultos.
Según se conoció, son familias unidas, agricultoras, porcicultoras, apropiadas de sus raíces y apasionadas por defender y preservar su arraigo cultural. Muestra de esto, reseñó la empresa, es el programa Pensar para avanzar, que consiste en contar con un espacio para realizar refuerzos académicos y fortalecer su cultura indígena, sus leyes, costumbres, lugares sagrados, himno, bandera, guardia indígena, entre otros.
Así pues, Erika Jiménez, integrante del equipo de gestión social de Celsia en el Tolima, comentó que “hicimos un trabajo muy de la mano con la comunidad, les enseñamos a usar eficiente y conscientemente la energía para que ahorren y además evitar riesgos eléctricos”.
Y agregó: “Allí instalamos 37 postes, 32 medidores y 2.2 kilómetros de red, para que todas las familias contaran con el servicio de energía de manera legal y segura”.
Por su parte, Ingrid resaltó que “nuestra calidad de vida aumentó con buena energía y ahora que es legal, segura y de calidad, nos da esperanza de vida. Otras familias que no están en este momento en el territorio ya han manifestado su intención de vivir acá, porque con energía legal todo es diferente”.
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