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Primer fundamento. Creer, y reconocerlo como guía capital, que Colombia no será próspera, democrática y socialmente justa mientras no sea realmente descentralizada o federalizada y ello sólo es posible si se construye desde abajo, por implosión causada por las fuerzas vivas de cada región y no por leyes, decretos o directrices, generalmente dictadas por tecnócratas y burócratas que solo conocen la receta del pragmatismo económico o la ley del más fuerte. Por ser “educados” por un sistema oligopólico que detenta el poder político y económico, burócratas y tecnócratas suele recorrer los altos cargos oficiales alegando la relativa verdad o el sofisma de que si la economía crece habrá empleo, para así lograr falsa legitimidad de responsabilidad social y el real propósito de que los territorios, sus recursos y las gentes que los habitan (sus propietarios reales), sean instrumentalizados para satisfacer tanta codicia.
Creo en el Gobierno del Cambio, en su talante humanista y en su heroico empeño en causar los grandes cambios estructurales para transformar a Colombia, pero igual, por creer que el cambio en el Tolima concierne a los tolimenses, dudo que este llegue pleno al terruño, pues, generalizo, sabiendo o sufriendo la pobreza en una región rica, pero cada día menos nuestra, nosotros portamos el síndrome santanderista, monárquico y plutocrático. De allí el atávico conservadurismo; el apego a hegemonías ignaras y rapaces; los reyezuelos; la creencia de que región es mera subdivisión territorial; la negación de que un Tolima pujante, incluyente y cohesionado solo resulta de la mixtura sistémica de territorio, historia ancestral, identidad, recursos y oportunidades. La ausencia de esta simbiosis virtuosa nos ha impedido entender que el bienestar y la prosperidad se logran con un liderazgo político colectivo que se apropie de la economía territorial, para así crecer en solidaridad y minimizar las desigualdades.
Reafirmo entonces que la “Visión Tolima” o cualquier otra visión del futuro y del desarrollo, jamás tuvo en cuenta este fundamento porque, si así hubiese sido, quienes ahora imparten educación, hacen arengas políticas, esbozan prospectivas, rigen el poder mediático, se dicen expertos y tanto hablantín que pulula por doquier, sugerirían recuperar la memoria histórica del Tolima; su origen precolombino; sus tradiciones; sus mitos y leyendas; su cultura diversa; sus cantos y epopeyas; la violencia que sufrimos juntos y nos hermanan en sangre; el talento innato; la diáspora; la movilidad interna; la cooperación (mingas y convites en modernidad); el espíritu emprendedor; la visión global desde las raíces. En fin, convocarían al reencuentro tolimense para afirmar la identidad y reconocer y valorar una orografía henchida de recursos naturales y así empezar a edificar, de verdad y con eficacia, el progreso propio e incluyente.
Segundo fundamento. Una elevada concepción del desarrollo que trascienda el crecimiento económico como origen del bienestar social o bien vivir. En el Tolima este no es fundamento dominante porque nos hicieron olvidar que el rol histórico del tolimense es construir en paz su propia prosperidad y no el de ser eterno y sufrido gregario de la plutocracia. Continua…
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