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Pocos casos se han dado en la Ciencia Penal universal en la que se integren conocimientos penales y criminológicos al mismo tiempo, como lo han hecho Ferrajoli, Zaffaroni o en nuestro país, Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Pérez y Alfonso Reyes, con el propósito de defender derechos humanos y exigir al Estado que no responda a la conflictividad social solamente con la demagogia del castigo. El impulso que le dio Alfonso Reyes a esta disciplina, desde el Externado de Colombia, se expresa en innumerables investigaciones y publicaciones de sus ex discípulos, comenzando con las realizadas por su Magistrado Auxiliar, también inmolado en la misma tragedia, Emiro Sandoval: de sus cuestionamientos a la concentración del poder, de la ineficiencia del poder punitivo, de las exigencias de políticas sociales –en vez de las solas políticas penales-, entre otras, para controlar racionalmente las infracciones y el abuso del poder, se siguen apoderando los movimientos sociales y los académicos.
Como Jorge Eliécer Gaitán, egresado de la misma Escuela criminológica de Roma de Alfonso Reyes, se puede percibir -en ambos- la influencia del llamado positivismo sociológico o socialismo jurídico de Ferri -criminólogo y dirigente político italiano-, para quien las amenazas de castigo resultaban inútiles si el Estado no investiga e interviene primero sobre las causas sociales de la criminalidad.
Para el profesor tolimense, ya en los años 80 la Criminología, por ser una disciplina político-valorativa y no solamente fáctica, abarcaba a la Política Criminal; era entonces una herramienta académica para cuestionar el orden existente, comprender el comportamiento violento y abusivo en el manejo de las relaciones de poder económico y político. Por esto era un crítico convencido de la política criminal de la “Seguridad Nacional”, con la que se gobernó al país por tanto tiempo antes de la Constitución del 91, y se transfirieron conceptos del derecho penal militar al derecho penal común, considerándolos abiertamente inconstitucionales.
Conociendo una de sus frases famosas (1984) podemos entender mejor por qué la arrogancia del poder y la indiferencia para salvarle la vida al criminólogo tolimense (junto a sus colegas de la justicia y de la academia), envuelto en aquel episodio lamentable del conflicto armado que ha vivido el país y que aún hoy algunos son capaces de negar que haya existido: “La autodeterminación de los pueblos, la existencia de una democracia real, el funcionamiento de una justicia jurisdiccional y respetuosa de las garantías propias del debido proceso y el rompimiento de los desequilibrios socio-económicos que nos golpean, son metas por las que debemos luchar sin limitaciones fronterizas para ofrecer a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos un mundo sin explotadores ni explotados, sin amos ni vasallos, sin opulentos ni mendigos, un mundo de libertad con igualdad de oportunidades y armoniosa convivencia”.
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