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Veamos qué tan cierto es. Un recurrente error de apreciación consiste en creer que en las elecciones territoriales la gente vota con criterios ideológico-políticos. Nada más equivocado. Las motivaciones en estos certámenes son muy diversas, van desde la relación personal con los candidatos y los intereses de cada uno, hasta el llamado ‘voto útil’, que consiste en respaldar a mengano para que no gane fulano, pasando por la venta del voto, el chantaje y la extorsión que ejercen las maquinarias sobre funcionarios, contratistas y comunidades.
Estas elecciones no van de derecha e izquierda. Además, ese decimonónico modelo analítico, de tipo binario, está mandado a recoger, aunque subsista gente apegada a él, que pareciera no darse cuenta de que estamos en Cundinamarca y no en Dinamarca. ‘Análisis’ (entre comillas) simplistas, de escasa profundidad. Quienes ganaron, no ganaron por ser de derecha, ni los que perdieron, perdieron por ser de izquierda. No. Ganaron unos, y perdieron otros por muchas razones. Ganaron los que más trabajaron, los que más dinero les metieron a las campañas, quienes más se sintonizaron con la opinión pública (caso Galán en Bogotá). Y quienes perdieron, perdieron por todo lo contrario. Por falta de dinero, por carecer de organización, por empezar tarde, por no sintonizarse con la gente, y por un largo etcétera. No me digan que Alex Char ganó en Barranquilla o Fico en Medellín por ser de derecha. Cada municipio y departamento tienen sus propias dinámicas y particularidades.
Que el presidente Petro es el gran perdedor de las elecciones. Pues sí, y no. Sí, por darle a unas elecciones territoriales un carácter nacional, por tratar de darle unidad a lo que en realidad es una colcha de retazos integrada por grupúsculos carentes de proyectos políticos. El Pacto Histórico carece de un cuerpo doctrinario, y programa territorial. Sí, por creer que podía hacer un gobierno de cambio con unos “manzanillos heroicos”, como llamaba Echandía a los politiqueros. Sí, por no entender que el cambio comienza con una reforma que higienice la política y dé legitimidad al sistema electoral. Hay que cambiar la manera en que esta se hace y se entiende, de lo contrario seguirán ganando las elecciones quienes ven en ella un modo de vida y de enriquecimiento. En estas elecciones triunfaron las maquinarias y los llamados clanes. Además, las llamadas ‘fuerzas alternativas’ fracasaron casi todas en la gestión de gobierno. Medellín y Cali son dos claros ejemplos.
Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa. Petro tiene más votos que su coalición, la relación puede ser de diez a uno. Su nombre no estaba en juego, ni sus propuestas. No había un referendo, ni una consulta popular, ni un plebiscito nacional. Su popularidad está a la baja, sí. Pero declararlo perdedor es pensar con el deseo, igual que verlo ganador. En ambos casos son ‘pajas mentales’. Política binaria. Habrá que esperar a ver cómo mueve las fichas, cómo lee la coyuntura, qué ajustes hace al gabinete ministerial, y si afina la agenda de gobierno. Ni tanto que queme al santo, ni tampoco que no lo alumbre. Son errores de apreciación.
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