Los opositores declarados (y los vergonzantes) del proceso de paz con las Farc-EP cuestionan el acuerdo, fundamentalmente por dos razones: 1. Porque confiere impunidad y 2. Porque los exguerrilleros no deberían participar en política. Ambos argumentos son chimbos.
Impunidad. Primero hay que decir que hoy no existe justicia. El 98% de los delitos quedan impunes. Y lo quedan porque la administración de justicia no da abasto, porque es un sistema ordinario que tiene que resolver situaciones extraordinarias, como lo es un conflicto armado. Contra las guerrillas existen más de 150 mil procesos acumulados, que solo han generado congestión del sistema y frustración social.
En La Habana se creó un tribunal especial que descongestionará los juzgados y tribunales ordinarios. Ahora sí comenzará a haber justicia. Hoy, repito, prácticamente no existe. El Tribunal Especial para la Paz impartirá justicia, por primera vez en medio siglo. A éste tendrán que comparecer los exguerrilleros y podrán comparecer los militares y civiles que quieran acogerse a él y contar la verdad de lo ocurrido. Lo que no va a haber es cárcel, justicia sí. De manera que el cuento de la impunidad es chimbo. Álvaro Uribe estuvo ocho años en la presidencia y qué hizo por la justicia. Eliminar el ministerio. Contribución importantísima. Habla de impunidad, pero cuando le meten a un familiar o a un amigo suyo a la cárcel alega persecución. Bajo su gobierno se instalaron, fraudulentamente, micrófonos para espiar a la Corte Suprema de Justicia. ¿Acaso se olvidan?
Participación política. Se dice que los exguerrilleros no pueden participar en política porque han cometido cientos de delitos. Otra falacia. El pleito armado ha sido político. Las guerrillas primero se defendieron luego quisieron tomarse el poder. No pudieron. Pero el Estado tampoco pudo derrotarlas. Les ha propinado severos golpes pero no las derrotó, como en Perú a Sendero Luminoso, por ejemplo. La negociación impone un acuerdo que lo acepten las partes. Y nadie entrega las armas para irse para la cárcel y renunciar a sus ideas. Prefiero exguerrilleros con micrófono en la mano y no con un fusil. Antonio Navarro es el mejor ejemplo.
Santos le ha construido una inmensa posibilidad al país: la de saldar cuentas con su pasado y comenzar a normalizar su vida económica y política. Las elecciones del 2 de octubre serán las más importantes de los últimos sesenta años. En los acuerdos de La Habana no existe nada extraordinario, como para decirles no. De hecho, mucho de lo pactado son obviedades. Es una vergüenza que se necesite una guerra para que se hable de reforma rural o de reforma política. Bien lo ha dicho Humberto de la Calle, con acuerdo o sin acuerdo esto habría que hacerlo. Uribe quiere incendiar el país a punta de sofismas y tergiversaciones. Ha desaprovechado la oportunidad de ayudar a que Colombia reflexione sobre la injusticia, sobre la corrupción, sobre el abandono, sobre la violencia, sobre la criminalidad. Allá él. Nosotros diremos sí. La historia lo juzgará. Cada quien es libre de decidir.
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