La corrupción en torno a las susodichas obras ha sido uno de los mayores motivos de vergüenza ciudadana en las últimas décadas. Sobra decir que este no es el único hecho de corrupción sucedido en la ciudad, pero quizá ha sido el más frustrante, porque los ibaguereños esperaban con ilusión una reedición de los Juegos Nacionales de 1970, que fueron motivo de orgullo y que le dejaron a la ciudad obras de desarrollo que aún perduran.
La primera de las condenas, por cuatro años y 10 meses de prisión, obedece a los delitos cometidos en la ejecución de los convenios que suscribió la administración municipal con otras entidades gubernamentales, en diciembre de 2014, para la remodelación del coliseo y las piscinas de la 42. De acuerdo con la Fiscalía, el entonces alcalde permitió que el gerente del IMDRI “abriera cuentas de ahorros para administrar los dineros que iban a depositar las demás entidades comprometidas, una obligación que no le correspondía”. De igual forma, junto con uno de sus asesores, “direccionó la contratación a favor de un oferente específico”.
La segunda condena se relaciona con las obras de remodelación y adecuación del estadio Manuel Murillo Toro, en 2015. La Fiscalía señala que Luis Hernando Rodríguez, como alcalde de Ibagué, “en acuerdo común con su asesor, Orlando Arciniegas Lagos, aceptó en forma indirecta, promesa remuneratoria consistente en el 10% de los contratos de interventoría y de obra que se licitaran”. De acuerdo con la Fiscalía, aún están pendientes otros tres procesos en contra del exalcalde, que también se encuentran en trámite de preacuerdo.
Este episodio oscuro todavía no se cierra, porque el daño fue irreparable para una generación de deportistas que vio sepultadas sus esperanzas de desarrollar plenamente su potencial. Además, no se han concluido algunas obras como las piscinas olímpicas y el coliseo de la 42, así como la piscina de olas del Parque Deportivo. En algún lugar de la memoria colectiva ha de quedar esta ignominia, para evitar que hechos similares se repitan.
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