Semanas atrás dije que, por la copiosa acumulación de cumpleaños, en muchos momentos llegue a creer que no alcanzaría a ver el cambio en Colombia y que hasta el final sería testigo y de muchas formas víctima de la discordancia entre el creciente deterioro de las realidades sociales y el envilecido ejercicio político, discordancia de la cual siempre fui leal lector por querer entender las causas del subdesarrollo del país y por lo mismo las causas del desastre social. Estas lecturas me permitieron formular claros juicios sobre las soluciones objetivas y profundas que plateaba el progresismo y las opciones falsarias, funcionales y oportunistas del politiqueo pernicioso y, de allí, mi veterana, invariable y coherente posición política que pudo regocijarse con el histórico triunfo en èste año 2022.
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La lectura de lo nacional me llevó a entender la premisa del país regiones, pues tal premisa parte de aceptar la diversidad cultural, geoeconómica, identitaria y demás, de los diferentes territorios históricos del país y por ende particulariza a las sociedades específicas que, desde sus diferencias, deben protagonizar su propio progreso que, a su vez, es su intrínseco aporte al progreso del país. Así logré hallar el enfoque de construcción social de región, noción que, al cotejarla con el innegable atraso del Tolima, exigía investigación pertinente sobre cómo reconstruir al Tolima, tarrea que, ayudada por estudiosos, sigo haciendo sin lograr interesar a quienes tienen que responder por el desarrollo tolimense.
Así entonces por creer (lo he dicho tercamente) que los avances del país no necesariamente entrañan avance del Tolima, hoy confieso francamente mi desaliento al pensar que, aunque cumpla unos cuantos años más, no podré regocijarme con el cambio tolimense, pues, como ocurre desde hace cuarenta años con inmutable regularidad, al ejercicio político tolimense lo acicatea el afán electorero y no la dignidad del pensamiento trasformador. Aclaro que mi opinión, así como califica de perversa la continuada reedición de hegemonías personalistas, no censura la buena intención de candidatos progresistas, solo que a estas buenas personas quiero decirles que ser progresista en la nacional no significa ser progresista en lo regional, pues lo último debe ofrecernos claridad sobre cómo lo electoral transformará al Tolima.
El berenjenal en que estamos no tiene origen reciente. Recuerdo que en los ochenta y como sátira a una crítica gremial a lo que por esos días ocurría “políticamente” en el Tolima, quien detentaba la hegemonía egocentrista sentenció que “los empresarios tenían que ocuparse de las empresas y los políticos de la política”; de esta forma se inauguraba el reduccionismo de la auténtica política que supone concurrencia de toda la sociedad para debatir, convenir y planear el progreso. Porque hoy la “política” es solo un concurso para premiar egos y no motor del progreso tolimense, muchos añosos debemos rescindir el deseo de ver al Tolima caminado hacia la prosperidad y seguir mirando y padeciendo una gran mentira que se hizo verdad. Ya lo dijo José Saramago: ”somos ciegos que pueden ver, pero que no miran”.
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