Contracorriente (VIII)

Alberto Bejarano Ávila

Forjar identidad política para lograr cohesión social regional y peso político nacional. Del asunto de la identidad política tolimense no debatimos, tal vez por juzgar que la política ya se inventó y que es inmutable y por ello a los políticos que ejercen esa política les confiamos la conducción del progreso tolimense y eso es un disparate, pues si la política “es la actividad orientada de forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo (sociedad) para alcanzar ciertos objetivos” y, sí en el Tolima esa política es inmutable, ¿sobre qué tesis novedosas de sociedad, territorio, economía y futuro podríamos los tolimenses construir acuerdos para lograr la prosperidad y, de esas tesis, las bases éticas y los ejes programáticos que deberían respetar y acatar quiénes buscan nuestros votos para conseguir dignidades o curules?
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Amplío lo dicho despejando cuatro enigmas: ¿Cuál es el proyecto político concreto que cada partido político colombiano tiene para rehacer al Tolima? Ninguno ¿Qué ideología une a los políticos tolimenses a sus partidos? ninguna. ¿Entonces qué liga a los políticos tolimenses a los partidos? Avales. ¿Qué ideas cardinales para restaurar al Tolima comparten los políticos tolimenses? Nada. Como conclusión digo que la política tolimense es una farsa que de tanto usarse (más la falta de espíritu crítico) impide ver al regionalismo como dimensión política posible y por tanto como única manera de conciliar ideas de desarrollo con política y política con políticos; así moriría el mesianismo, las mentiras, el clientelismo, el abuso del erario, el “voltearepeo” electorero, la mera casuística y Tolima sería región políticamente organizada, participativa y seria y, lógicamente, el horizonte de los tolimenses se despejaría.

La pseudo política impide comprender que, así como la gente torpe aúpa el personalismo o narcisismo para construir atraso, la gente idónea se une para construir progreso y si esto es verdad, entonces el regionalismo debe adquirir connotación política guiada por un liderazgo colectivo ético y con fines cardinales. Como no tengo apetito electoral, narro una anécdota: hace años milite en un partido nacional progresista, al que renuncié porque un día propuse que fuese partido federado, es decir que se escindiera para que en cada departamento del país se instituyera un ente jurídicamente autónomo, con proyecto político concreto para su región, estatuto propio y que, esos 32 partidos, crearan la confederación de partidos con el mismo nombre, pero, sépase, mi propuesta no mereció siquiera acuse de recibo.

Federalizar partidos políticos es opción inviable porque los partidos son fortines de caciques que con avales titiritean a los “políticos” regionales, y claro, con una política descentralizada y con ideas de territorio, sociedad y futuro, el caciquismo jurásico se extinguiría y una nueva era de regiones y país empezaría. Por ello sugerí a aspirantes dizque progresistas (a otros ni pa’ qué) fundar el partido regional que ofrezca identidad política y peso político nacional y guíe la construcción del Tolima moderno y próspero, pero, sépase, mi idea no tuvo siquiera mínima cortesía porque el progresismo tolimense vive en promiscuidad. Continúa…

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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