Con vinotinto y sin personalismos

Alberto Bejarano Ávila

Ei siquiera como beneficio de la duda, en el Tolima debatimos si la teoría bidimensional del desarrollo es cierta, relativa o ilusoria, omisión que puede ser inercial o correlacionarse con la decadencia mental, pero igual asunto en el que insisto desde distintos ángulos por creerlo crucial para edificar una honesta e integral visión estratégica del futuro tolimense; aludo al aún dominante enfoque de desarrollo, fundado en el pensamiento neoliberal, plutocrático, centralista, hegemónico y excluyente y el siempre eludido enfoque regional, fundamentado en la descentralización, la territorialidad, la autonomía y la inclusión social. El absolutismo es inaceptable en cualquier enfoque, pues ambos deben coexistir en sincronía para permitir los necesarios y complejos contrapesos ideológicos, políticos y éticos propios del desarrollo.
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Como parodia, tal bidimensionalidad es reconocida cada cuatro años eligiendo congresistas (y burócratas), cuya nominación no surge del pensamiento regionalista convertido en fuerza política, sino de cacicazgos arropados por una desteñida policromía banderiza y, por ello, su rol legislativo (y burocrático) jamás obedece a los intereses regionales. El Tolima siempre fue víctima de esa parodia, y no por falta de talento y aptitud de algunos de sus líderes, sino por ausencia de una gran fuerza política regionalista que equilibre los intereses nacionales con los anhelos tolimenses. La coyuntura nacional da una lección que el Tolima podría aprender, pues hoy convergen ideas de cambio, antes proscritas, un presidente líder, perspicaz y audaz y, por el Tolima, una líder, la congresista Martha Alfonso, que desempeña brillante e inédito rol en el trámite de las grandes reformas que el jurásico statu quo quiere impedir.

Hasta hoy el desempeño nacional de la política tolimense fue anodino, con ínfulas y sin ideas porque la actual coyuntura nunca se había dado y no por falta de potenciales líderes capaces de sumarse a la corriente progresista, y ha sido trivial y pintoresco porque el Tolima cayó en el centrismo gamonalesco y politiquero y con él en la falacia de la importancia de la “carrera política” personal y no la importancia de los fines supremos de la política, pues el politiquero (por conveniencia) y el “progresista” (que también cayó en la fatuidad de la “carrera política” personal), evaden ahondar la reiterada tesis que señala como el futuro del país depende del futuro de las regiones y no al revés. Hemos sido anodinos políticamente por desconocer que la construcción histórica del desarrollo inicia en nuestro territorio, y en las demás regiones.

Como no es tarde para rectificar y temiendo que los buenos líderes políticos sigan cayendo en la falacia de la “carrera política”, que deja personajes millonarios y vagos recuerdos, pero no progreso y justicia social, quiero imaginar que los progresistas desisten del personalismo y, en convite, acuerdan construir un colectivo vinotinto de restauración tolimense y postulan a la Dra. Alfonso a la gobernación y a idóneos y conversos progresistas a alcaldías, concejos y asamblea. Así comenzaría el cambio tolimense y obtendríamos peso político para que los poderes centrales miren hacia el Tolima al presupuestar las grandes inversiones públicas.

 

Alberto Bejarano Ávila

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