Una noria, no un camino

Alberto Bejarano Ávila

Compartiéndolas y generalmente sin compartirlas, parto del respeto por las distintas formas de entender la cotidianidad tolimense y por el generalizado escepticismo por cuanto ocurre, pues solo respetando talantes, a mi juicio acertados o desacertados, pero siempre honestos, puedo expresar que mi percepción sobre esa cotidianidad señala que la vida tolimense gira como una vieja noria, donde cada nuevo día es copia degradada del ayer, pues salvo visiones miopes de futuro, no existe un camino que nos permita creer que el hoy es una jornada más hacia un destino imaginado.
PUBLICIDAD

Reitero que mis opiniones sobre el Tolima son abstracciones analíticas, pues yendo Colombia por buen camino, el Tolima no quiere trazar su propia ruta y, para opacar aún más su prospectiva, algunos “líderes” extemporáneos intentan hacernos creen que injuriando y descalificando al gobierno del cambio cambiarán al Tolima.

Seré crudo, pues no hallo o no quiero hallar eufemismos para señalar que, en esa vieja noria, pilotada por gobernantes y dirigentes políticos y gremiales, unos por ineptitud o ingenuidad, otros por desbordada avaricia y, diría que todos, por su insaciable personalismo o egolatría, ignoran que bajo el individualismo es imposible construir un sentido colectivo tolimensista que invite a trabajar juntos, pero que ese sentido colectivo si permite reconocer y exaltar la individualidad honesta. Nuestros líderes (generalizo) no entienden o rehúsan entender que, entre todos podemos transformar al Tolima y por ello, cada nuevo pero avejentado día, sólo oímos la retórica efectista de quienes se “dan bombo” para nutrir su egolatría, pero no ideas para orientar la reflexión colectiva hacia la búsqueda del camino realmente progresista.

Esa índole egocéntrica y de mórbida codicia es la que convierte la cotidianidad tolimense en feria casuística o de paños de agua tibia para los síntomas o manifestaciones de la endémica enfermedad del atraso, de apología a partidos anacrónicos que nada aportan al Tolima y de concubinatos y mentiras para obtener votos. La ya crónica desesperanza del Tolima estriba en que aún no emerge un liderazgo inteligente, visionario y resuelto a convocar a la unidad de los tolimenses para construir la historia del desarrollo, misión que nos impondría, como primeras tareas obligatorias, reconocer el contexto y la identidad territorial y, bajo esa égida, despejar una ecuación: problemas, causas, obstáculos y soluciones. Mi lógico escepticismo indica que lo aquí expresado será “canto a la bandera” y que debo seguir insistiendo.

Los reyezuelos de la pseudo monarquía que devasta al Tolima hace muchos años y que libran risible guerra para destronarse y ocupar el poder para saciar su egolatría y abultar su bolsillo, coinciden con el cinismo de la dirigencia gremial nacional que aduce la tesis del crecimiento económico para beneficiar a la gente, “cuento chino” que nos liga a la vieja noria por ignorar que tan noble fin supone, como dijera en escrito anterior, una economía no plutocrática sino democrática (construida con la gente), para restaurar la democracia política no cleptómana, que nos convoque a construir la Colombia de regiones o el “país de la belleza”.

 

Alberto Bejarano Ávila

Comentarios