A diferencia de las personas que inexorablemente envejecemos, una región tiene que rejuvenecer porque cada día la avivan nuevas generaciones, saberes, invenciones, tecnologías, referentes, etc. Si la región avejenta, grave mal de orientación sufre y sus allegados tendrían que prestarle pronta y severa atención, so pena de que la mayoría de vecinos sean condenados a vivir a perpetuidad en el raro mundo de la paradoja, donde lo creativo, sagaz e industrioso de cada quien debe cohabitar con el atraso en razón a que, teniéndolo todo, esa región fue incapaz de vivificarse y prosperar.
¿Por qué el desarrollo ha sido arisco con el Tolima? ¿Por qué no hemos podido ingresar al “club de regiones progresistas”? Sin duda el tolimense, además de causas, conoce obstáculos que impiden mejor suerte, pero, así cada quien se indigne a su modo por el poco o ningún progreso del Tolima, digamos, en los últimos 30 años, lo cierto es que nunca intentamos hacer esfuerzos intencionados y convenidos para desencadenar una reacción colectiva que nos permita salir del atolladero.
El subyacente y compartido anhelo de épocas mejores, sumado al reto de no ser inferiores al clima pacifista que hoy vive el país, anima a decir que no es utopía pensar que el nuestro es territorio abonado para que quienes tienen el indelegable y hasta hoy diferido deber de construir desarrollo, examinen errores del pasado y se decidan a reinventar visiones, estrategias y acuerdos que hagan efectivo nuestro desempeño social, político y económico hacia el futuro.
Aludo a intelectuales, academia, asociaciones de empresarios y trabajadores, colectivos sociales, medios y al ciudadano raso y, por qué no, al político que quiera fungir como promotor confiable de un proyecto de prosperidad. Converger de manera tácita o acordada hacia nuevos enfoques de desarrollo sólo es posible a partir de lecturas consensuadas de la realidad y, por ello, deseo invitar a un atisbo crítico de lo ocurrido en los últimos 30 años (al joven sobre vivencias más cercanas).
La idea es que cada quien “haga un paneo” sobre problemas puntuales y sabidos y juzgue si estos ya se enmendaron, están en vía de solución o han agravado con el pasar del tiempo. El ejercicio facilitará una percepción amplia y honrada (lectura consensuada) de si estamos progresando o si cada día retrocedemos y nos arruinamos en todo sentido. Elegir camino en esta encrucijada es de vital importancia para precisar si seguimos en las mismas o nos decidimos a cambiar.
Este el listado parcial de problemas que usted podrá ampliar: desempleo, subempleo, indigencia, drogadicción, corrupción, trabajo infantil, gota a gota, inseguridad, desatención en salud, debilidad de inversión pública, fuga de talentos, inmadurez democrática, politiquería, anarquía urbana, daño ambiental, abuso tarifario en servicios públicos, baja calidad y cobertura educativa, apatía social, declive del empresariado endógeno, abandono rural, decadencia cultural, bajón deportivo, saqueo de recursos naturales, deterioro del contrato laboral, retraso en turismo, ruindad moral.
Si el examen muestra que vamos bien, admitiré que soy crítico visceral y necio, pero si dice que vamos mal, entonces seguiré porfiando en que el análisis de contexto no debe ser coyuntural sino histórico, como histórica debe ser la solución. Con lenguaje efectista y “obras urgentes” (así sean buenas) no construimos desarrollo sostenible, son emprendimientos estratégicos multisectoriales los que, por interacción sinérgica, hacen concurrente, coherente y posible la vía correcta hacia el progreso. A problemas sabidos, soluciones inéditas, compartidas y audaces.
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