Con relativa frecuencia, personas que suelen leer mis escritos me aconsejan que sea incisivo, directo, cáustico (“no dejar títere con cabeza”). Interpreto tan exaltados y francos consejos como exteriorización o descarga de su zozobra por la gravedad y levedad de la época actual que agobia y desmoraliza con tanta corrupción, inseguridad, pobreza, intereses personales, abuso de poder, ineptitud, mentira oficial y escasa o ninguna sinceridad, contenido y honor en la palabra. Estas máculas, que hacen parte del agreste paisaje, muestran que la vocación social de casi todo actor público no es creíble y por ello entiendo y comparto esa zozobra.
Cuando es posible hacerlo ofrezco al amable consejero sinceras razones sobre porqué omito la crítica incisiva, razones que abrevio diciendo que en los medios regionales leemos y oímos buena crítica, informada, documentada, objetiva y respetuosa (la excepción tosca no falta), crítica que ayuda al control político y no al escarnio, que es constructiva y no mordaz y por tanto mal haría en emular lo que otros hacen mejor (“zapatero a tus zapatos”). Les digo que a la crítica debe seguir la propuesta, cosa que no siempre sucede, razón por la que procuro ser más propositivo que crítico en razón a que, si bien tarea ingrata, por años he indagado acerca de cómo se construye región y pienso que algo debo decir al respecto.
Les digo que es imposible ser sugerente sin ser crítico, pues la propuesta ecuánime y seria de su yo invita al cambio y obviamente, implícita o explícitamente, tiene que aludir al asunto a cambiar (casi todo debe cambiar). Les digo que no siempre crítica y propuesta van juntas y de ahí que si la sociedad crea espacios para conversar o dialogar (que no equivale a debatir atrincherado en dogmas) podría surgir la sintonía conceptual o mejor, el prodigio de pensar colectivamente para aclarar las causas de problemas concretos o del grave atraso histórico del Tolima, que es el problema nodriza, y así reavivar la voluntad común para hallar salidas eficaces. La riqueza de pensamiento colectivo es polo opuesto de la inopia de pensamiento incesantemente inoculada por la cháchara de tanto falso mesías.
Actores críticos y propositivos son por igual esenciales para la sociedad regional que anhela construir visión colectiva de futuro, lineamientos estratégicos ciertamente transformadores y sinergia comunitaria integral y compleja para asumir retos históricos, asunto bien opuesto a la resignación y pasividad con que, por tantos años, hemos aguantado el refrito conceptual sobre el desarrollo y sus soluciones que, con el mote de cambio, plantean aquellos mesías. Creo que urge conversar, sin afán de horarios ni protagonismos, para compartir los diversos conceptos sobre desarrollo regional y reencontrarnos con la identidad tolimensista y, desde las ideas y la unidad, entender la naturaleza sistémica de la región y convenir cómo cambiar su historia. Ojalá llegue ese día en que los dirigentes sociales, privados y públicos acordarán abrir el gran diálogo sobre el futuro del Tolima.
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