Siendo irrefutable que el atraso del Tolima no radica precisamente en la escasez de recursos naturales, ventajas estratégicas, saberes o tesis de desarrollo de apariencia lógica, entonces el asunto del atraso debe ser examinado desde las sinrazones y no desde razones ya sabidas y por ello todo solícito promotor del desarrollo debe posponer su afán de propuestas hasta cuando tenga claras respuestas a enigmas siempre soslayados y sólo ventilados en cotilleo casual. Así conectaría las causas del atraso con las soluciones correctas para remediarlo.
Veamos algunas sinrazones que deben ser explicadas para poder vencer el atraso: ¿Por qué teniéndolo todo para construir progreso regional, nada “grueso” se construye? ¿Por qué no se intenta lograr grandes acuerdos sobre lo esencial? ¿Por qué se exalta y venera el discurso anodino y demagógico y lo inteligente y razonable se condena al ostracismo? ¿Por qué casi nada de cuanto se dice se hace? ¿Por qué la esencia teórica del desarrollo no ha cambiado en más de 70 años? ¿Por qué se persiste en actuar como “cusumbo solo” y en no cooperar? ¿Por qué ningún líder político cambia su “chip” misional e inaugura discurso? ¿Por qué tanto frenesí para elegir un congreso del que nada transcendente podemos esperar?
Aceptado el hecho de que razones, argumentos, orientaciones y en general el marco teórico del desarrollo siempre existió, pero que, como lo prueba la decepcionante realidad histórica regional, el progreso no despega, o bien porque la teoría no sirve o porque nuestro talante es débil o por las dos cosas juntas; por lo que sea, lo aconsejable es obtener explicación al por qué de muchas de las sinrazones aludidas para intentar idear otros enfoques de futuro. Es absurdo insistir en ideas de desarrollo que jamás dieron fruto y negarse a otras opciones.
Los estudios, debates y propuestas sobre el desarrollo regional invariablemente se plantean en la órbita de razones ya desgastadas y probadamente inútiles, es decir giran alrededor de modelos teóricos preestablecidos para diagnosticar, planear y fijar funciones para gestionar lo público, social y privado, pero nunca se plantean en la órbita del pensamiento disruptivo, tal vez porque en los entornos político, gubernamental, académico, corporativo y técnico, se repulsa o juzgar de subjetiva, especulativa o improcedente, toda opinión que emane del pensar crítico y que no encuadre (es excusa) en el rigor científico u objetividad analítica.
Es más, creo que en los medios tecnocráticos y burocráticos aludir a sinrazones es cosa de mal gusto o simple chismorreo del crítico cáustico, del mal perdedor o llanamente opinión de “la atrevida ignorancia” que no merece atención. Los estigmas al derecho a la crítica libre y sin ataduras a preconceptos ortodoxos sobre asuntos vitales de la región impide la limpia oxigenación de las ideas, el ejercicio del control político y el acceso franco del pensamiento progresista a los estrados donde, supuestamente, se estudian temas atinentes al desarrollo y se proponen, estructuran e instrumentan líneas político-estratégicos para alcanzarlo.
Comentarios