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Con el pasar de los años, la ciudad se fue expandiendo y esas grandes casas se fueron vaciando de jóvenes que migraban a Bogotá y otras ciudades para cursar sus estudios universitarios, así que a finales de los años 80’s solo quedaban los mayores que se encontraron en espacios demasiado grandes y optaron por mudarse, así que hoy quedan muy pocos de los residentes originales.
Dado el tamaño de aquellas construcciones y su excelente localización, su uso fue cambiando para convertirse en un espacio ocupado principalmente por empresas prestadoras de servicios de salud. Para ese efecto, muchas de aquellas casas fueron remodeladas y anexadas a otra o más construcciones contiguas que hoy albergan laboratorios, clínicas, consultorios, tiendas de equipos médicos, droguerías y otros servicios como cafeterías para atender el copioso público que transita por la zona.
Como consecuencia, la circulación de vehículos se intensificó sin que se contara con espacios de parqueo ni vías que soporten semejante tráfico; se suma la circulación frecuente de ambulancias que llevan, traen y esperan pacientes, numerosas casetas de vendedores ambulantes y los muy frecuentes servicios funerarios que se realizan en la iglesia. De ese modo el tráfico por el sector se tornó caótico y la zona insegura; es así como se denuncian frecuentes atracos y raponazos a personas que afectadas por problemas de salud caminan lento, adoloridas o agobiadas por sus problemas y también a oficinas y negocios que operan en el sector.
Las vías, otrora adecuadas para la circulación de sus residentes, hoy son insuficientes porque además de ser angostas, mantienen el tráfico de doble vía, más los autos y motos que parquean de lado y lado, y se suman las antedichas casetas de vendedores ambulantes. Se agregan las largas colas frente a las EPS e IPS instaladas en la zona, que no ofrecen condiciones adecuadas para sus pacientes, y deben esperar en la calle a la intemperie, sin importar que llueva o haga sol, inclusive durante varias horas.
El cambio de uso de uno u otro sector de las ciudades es un hecho usual, y es responsabilidad de la Administración municipal tomar las medidas pertinentes para responder a los nuevos requerimientos y evitar que, como en este caso, se genere el caos observado. Son medidas que a la vista de cualquiera, no son complejas ni costosas, basta con que las autoridades competentes, en este caso la Secretaría de Movilidad, atienda el clamor de la comunidad y se ocupe del asunto; por ello resulta incomprensible que transcurra tanto tiempo sin respuesta. Cabe entonces insistir: Piedad con el Barrio Cádiz de Ibagué y con los pacientes que transitan en la zona.
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