Una despedida memorable

Carmen Inés Cruz Betancourt

 El discurso de despedida de Pepe Mujica, el famoso expresidente del Uruguay,  trasciende lo personal y resuena como un llamado a la reflexión colectiva sobre asuntos profundos de nuestra época.
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A sus 89 años, Mujica considera que su partida final está cerca, que ha hecho cuanto estuvo a su alcance y afirma que se va feliz porque queda una juventud que puede seguir adelante en la lucha por un mundo mejor. Es un mensaje potente, emotivo, lúcido, que conmueve y obliga a reflexionar. 

Es, además, un mensaje retador para jóvenes y mayores. Es así como nos dice: “…hay que pelear por el desarrollo para tener los medios económicos que contribuyan a meter en la cabeza de los que vengan que, si como país no somos capaces de educar y formar a las generaciones que vienen, van a pertenecer al mundo de los irrelevantes, de los que no sirven ni para que los exploten”. -La frase más contundente de todas, en mi opinión-. 

Muchas reflexiones pueden surgir de estos planteamientos. Por limitaciones de espacio aquí me refiero solo a dos aspectos. En primer lugar es razonable que, por ejemplo,  muchos observemos deslumbrados los alcances de la llamada inteligencia artificial (IA) y la multiplicidad de tareas que puede realizar, inclusive superando aquellas ejecutadas por las personas, y debemos prepararnos para que cada vez sean más asombrosos esos avances y muy complejas las implicaciones sobre la vida de la humanidad; pero aquí hay que tener claro que todo ello es producto del trabajo de personas sobresalientes, de científicos que aplican su talento, voluntad  y persistencia para conseguir estos logros, y que su impacto positivo o negativo también es resultado del manejo que hagan de ellas las personas.

De otro lado, la afirmación que hace Mujica sobre cuánto significa la formación terciaria, que considera un imperativo para las nuevas generaciones, exige que procesemos planteamientos que parecen tener mucha acogida: que los jóvenes ya no se interesan por cursar estudios universitarios y menos por medírsele a carreras largas, por lo cual se propone recortarlas. A ello hay que contraponer que los notables desarrollos de la ciencia y la tecnología cuanto sugieren es que, antes que estudiar menos tendremos que estudiar más, muchísimo más; que posiblemente lo que se requiere es introducir cambios de fondo en las metodologías, en los instrumentos y herramientas para propiciar el aprendizaje y estimular interés por el estudio, así como el papel, cualificación y actitud de los docentes. Procede, así mismo, revisar la parrilla de asignaturas que ofrecen los programas y sus contenidos, también las actividades complementarias, a  fin de asegurar su pertinencia. Y, anticipo que por sobre todo, es crucial que la etapa educativa se perciba como una experiencia grata y enriquecedora que permite socializar y explorar disciplinas de manera integral y significativa, una etapa que no les encasille en dimensiones estrechas de una disciplina sino que les permite navegar por un mundo más amplio, porque cada vez más el conocimiento desborda compartimentos reducidos y avanza a espacios mucho más comprensivos.  

El mensaje de Mujica finaliza en forma contundente: “No al odio, no a la confrontación, hay que trabajar por la esperanza ... Gracias por existir. Les doy mi corazón. ¡Hasta siempre!”. Se puede afirmar, entonces, que éste no es solo un adiós, es un legado de esperanza para todos, una gran lección que ojalá inspire a las presentes y futuras generaciones para trabajar por una sociedad más justa y humana. 

 

Carmen Inés Cruz

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