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Se habla del saldo que ha dejado los casi dos años de pandemia, y surgen preocupaciones sobre los vacíos académicos que ha dejado el uso de los canales de comunicación digital, la escuela remota y el intento de una enseñanza virtual.
En efecto existe un clima de incertidumbre de los docentes frente a la manera como llegan los estudiantes a las aulas y más aún el desempeño que estos tendrán. Muchos hablan de una problemática; sin embargo, considero que debe ser asumido como una oportunidad de transformación, en la que se pueda proyectar los desafíos hacia el futuro.
Poder identificar: ¿cómo se ha constituido el sistema educativo en ambientes de crisis?, ¿cuáles son las propuestas conceptuales, pedagógicas y organizacionales emergentes?, y ¿cuáles son los agentes involucrados en la transformación?, permite dimensionar las capacidades de nuestro sistema educativo en los distintos escenarios para poder generar modificaciones que planteen nuevos caminos.
Articulado con lo anterior no se debe olvidar que la educación, mucho antes de la llegada del Covid, era centro de análisis y reflexiones.
El Ministerio de Educación Nacional proponía hace más de 10 años tres interrogantes generales que eran usados para dar respuesta a la transición que sufría la educación en ese entonces: ¿cómo se han transformado los procesos de enseñanza y aprendizaje?, ¿cómo se ha transformado la gestión en las instituciones educativas?, y ¿cómo se han transformado las relaciones entre las instituciones educativas, familias y sociedad?; son tres cuestiones que siguen vigentes y cuyo análisis transversal ofrece un mapa aproximado de cómo se ha abordado el tema de la educación y cómo se debe ser proyectado.
El punto inicial de la transformación debe ser hoy y debemos iniciar por escuchar a los estudiantes y hacerlos agentes activos, retroalimentar sus vivencias, evaluar sus capacidades y generar acciones eficientes a través de diseños curriculares innovadores respaldados con planes de gestión y políticas educativas viables.
Los docentes e instituciones deben observar el entorno, identificar las debilidades y potenciar las fortalezas, invertir en infraestructura y generar conocimientos. No solo las instituciones de educación superior tiene el potencial para realizar investigación, las escuelas y colegios cuentan con las capacidades de ser centros de innovación, esto lleva a incrementar la credibilidad institucional frente a la sociedad. Adoptemos la educación como un bien público, común y dinámico, que se alimenta de experiencias y genera impacto en la sociedad.
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