El viajero

Columnista Invitado

El mundo laboral enfrenta transformaciones impulsadas por la globalización, la innovación tecnológica y las demandas cambiantes del mercado.
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Las profesiones laborales abarcan una amplia gama de actividades fundamentales para el funcionamiento de la economía y el bienestar social. Desde la construcción hasta la salud, pasando por la gastronomía y la tecnología, estas constituyen la columna vertebral de toda economía, más cuando en un momento en que la tasa de desocupación en Colombia, según el DANE, alcanza el 9.7%, la educación para el trabajo se presenta como una solución viable para preparar a los individuos frente a los desafíos del mercado laboral (DANE, 2023). Becker (1964) sugiere que la inversión en capital humano —a través de la educación y la capacitación— genera un impacto positivo en la economía, al incrementar la empleabilidad y productividad de los trabajadores.

Un ejemplo significativo de la relación entre el aprendizaje práctico y el desarrollo profesional puede verse en la figura del Profesional Viajero, que surgió en la década de 1960, en un periodo marcado por la transformación social y los avances tecnológicos. Mi padre, quien trabajaba en medicina veterinaria y comercio, era uno de estos profesionales certificados por el Ministerio de Fomento. Inspirado por el intercambio de conocimientos, él se aventuró a recorrer ciudades, estableciendo conexiones que transcendían fronteras y compartiendo tecnologías y tratamientos innovadores.

La labor del viajero iba más allá de vender productos; actuaba como embajador del conocimiento, demostrando que la transmisión de saberes tiene un impacto duradero en las prácticas empresariales y en la salud pública.

Su experiencia enriqueció su perspectiva, permitiéndole comprender la diversidad cultural y las realidades de diferentes sociedades.

Su labor lo llevó a ser un ser humano empático, pasando a ser un mejor profesional con la capacidad de entender las necesidades de sus clientes y colegas de manera integral.Esta labor pionera resalta el valor de una educación práctica y orientada al trabajo, capaz de adaptarse a los cambios y fomentar habilidades para la vida.

La educación para el trabajo no se limita a la academia tradicional. Incluye programas técnicos y profesionales que equipan a los estudiantes con habilidades prácticas y conocimientos específicos. Este enfoque proporciona a jóvenes y adultos las herramientas necesarias para acceder a empleos de calidad, impulsando así la movilidad social y económica.

La educación debe ser vista como un acto transformador, que impulsa el desarrollo de los individuos y de la sociedad en su conjunto, esta alternativa de educación fomenta la innovación y la adaptabilidad, cualidades esenciales en un entorno laboral en constante cambio.

Los profesionales formados en este ámbito poseen habilidades técnicas, también la capacidad de enfrentar desafíos, resolver problemas y colaborar en equipos multidisciplinarios.

 

Isabel Rincón

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