La Trampa de la Ayuda Internacional

Columnista Invitado

La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) está en la mira de gobierno Trump.
PUBLICIDAD

En los últimos días,  anunció una auditoría exhaustiva de sus fondos y programas, mientras que Elon Musk declaró que la están cerrando. Pero no nos distraigamos con los titulares. La ayuda internacional no es la solución a la pobreza.

Durante décadas, la idea de que la pobreza se resuelve con ayuda internacional ha dominado el debate sobre el desarrollo. Sin embargo, la evidencia sugiere que esta estrategia ha sido ineficaz y contraproducente. Esto no significa que todas las organizaciones que reciben ayuda sean inútiles o corruptas. Muchas hacen un trabajo valioso en comunidades vulnerables. Pero el problema no es la intención de unas pocas, sino los resultados.

El premio Nobel de Economía Angus Deaton demostró que, mientras más ayuda recibió África, más se desplomó su economía. Durante los años 80 y 90, el continente africano fue receptor de enormes cantidades de ayuda, pero en lugar de despegar económicamente, su desarrollo se estancó. Solo cuando, tras el fin de la Guerra Fría, la ayuda comenzó a reducirse, muchas economías africanas empezaron a recuperarse. Un metaanálisis de 40 años de ayuda exterior, realizado por los economistas Doucouliagos y Paldam, concluyó que la ayuda no ha sido eficaz. Peor aún, en países con instituciones débiles, en lugar de impulsar el progreso, fomenta la corrupción, debilita la democracia y destruye la economía local.

El problema de la ayuda son los incentivos perversos que genera. En muchos países, en lugar de fortalecer la capacidad productiva de la sociedad, la ayuda ha reforzado estructuras de poder ineficientes o autoritarias. Los premios Nobel Acemoglu y Robinson, en Por qué fracasan los países, explican que la pobreza no es el resultado de la falta de ayuda, sino de la presencia de instituciones extractivas: gobiernos que no protegen los derechos de propiedad y economías dominadas por élites que se enriquecen extrayendo recursos en lugar de generar innovación y crecimiento. Cuando un país es gobernado por una élite que obtiene su riqueza extrayendo recursos en vez de crear valor, cualquier flujo de dinero externo refuerza ese modelo extractivo en lugar de debilitarlo. 

Ningún país se ha hecho próspero a través de la ayuda internacional. En 1950, Japón, Corea del Sur y Singapur estaban sumidos en la pobreza, su ingreso per cápita era menor al de varios países africanos. Hoy, esos países están entre los más ricos del mundo. Singapur, por ejemplo, pasó de ser un puerto empobrecido a una de las economías más importantes del planeta. Hoy, el ciudadano promedio de Singapur es más rico que el estadounidense promedio.

¿Cómo lo lograron? No fue con ayuda internacional. Fue con mercados abiertos, inversión privada, protección de la propiedad y una institucionalidad que incentivó el crecimiento económico. En contraste, los países que más han dependido de la ayuda externa siguen atrapados en ciclos de pobreza. Mientras Japón y Corea del Sur se desarrollaban, países como Haití o Sudán del Sur seguían estancados en la miseria mientras recibían millones en asistencia.

El crecimiento económico no viene de la caridad, sino de las condiciones internas que permiten la prosperidad: libertad económica, instituciones fuertes, propiedad privada, estabilidad jurídica y comercio. La ayuda perpetúa la dependencia, la verdadera solución está en que cada país construya su propio camino hacia la riqueza.

 

Camilo Guzmán Sáenz

Comentarios