El consumo desmedido de bebidas embriagantes sería considerado como uno de los fenómenos con capacidad de catapultar la materialización de factores de riesgo para la sana convivencia, así como detonante para la comisión de delitos, como lo es el homicidio, las lesiones personales, violencia intrafamiliar, máxime si es mezclado con sustancias psicoactivas, convirtiéndolo en un ingrediente peligroso para el buen estado de conciencia del individuo.
Pero lo preocupante de la coyuntura radica en la edad que da inicio al consumo de alcohol entre menores, potenciando consecuencias negativas, aduciendo que es una actividad social muy normal entre las personas, más aún cuando lo observan a diario en los padres. Ahora bien, entre otras actividades incluye “beber de parranda”, “beber de alto riesgo”, “beber en exceso”, y “beber riesgoso”, en estos casos, cómo cuantificar el alcohol consumido y el período de tiempo que tarda para consumirlo, y hasta qué punto soportaría para que dé cabida a los efectos en el organismo. Bien pareciera que al considerarlo “una actividad normal” y en algunos casos autorizado y/o auspiciado por adultos, los jóvenes estarían utilizando las bebidas embriagantes más que cualquier otro estupefaciente a pesar que “El expendio y consumo de bebidas embriagantes, así como el cigarrillo para menores de edad está prohibido”; el propósito es reflexionar sobre los controles que se estarían realizando para impedir los daños asociados al consumo de alcohol por parte de menores, tales como accidentes de tránsito fatales, riñas, lesiones personales, sin descartar el riesgo de la materialización de un hurto, entre otros crímenes.
Se podría inferir que el número de jóvenes en su mayoría estudiantes consumen bebidas embriagantes, ocasionalmente, otros lo harían con más frecuencia y en grandes cantidades, destacando la facilidad para adquirirlas, toda vez que el precio no es un impedimento al concluir una compra grupal, en locales comerciales que se estarían consolidando muy cerca de planteles educativos, contribuyendo a que este fenómeno de consumo crezca potencialmente, ampliando el rango de población consumidora de este tipo de bebidas.
En ese sentido y con el propósito de alertar sobre comportamientos, que de no ser controlados podrían generar inconvenientes en los niños, niñas y adolescentes (NNA), se pretende exponer los efectos que puede generar el consumo desmedido de bebidas embriagantes, los cuales afectan tanto adultos como a menores de edad, entre estos: 1). Exceso de confianza e imprudencia, que conlleva a que las personas actúen en formas que normalmente considerarían imprudentes o inapropiadas; 2). Falta de conciencia, destacando que a medida que las personas se intoxican, no están plenamente conscientes de lo que está ocurriendo, y es posible que no puedan razonar de cómo reaccionar a las situaciones en forma apropiada; 3). Agresión, las personas en este estado pueden malinterpretar las señales de otras como signo de ofensa y pueden reaccionar con violencia; 4). Pérdida de control, cuando el cuerpo intoxicado pierde las habilidades para ejercer su motricidad y ejecutar actividades como conducir vehículos.
Es importante reflexionar sobre las consecuencias que trae el consumo desmedido de bebidas embriagantes, toda vez que los efectos a menudo llevan a los bebedores a entrar en situaciones, ya sea como victimarios o víctimas.
Se podrán crear y difundir innumerables campañas de prevención para evitar los riesgos que genera el abuso de bebidas embriagantes, pero la responsabilidad debe estar en función inicialmente de cada persona y de los padres o adultos encargados de la crianza de los menores; así mismo, de la obligación que tiene los propietarios o administradores de locales comerciales dedicados al expendio de bebidas embriagantes en impedir el ingreso y consumo por parte de menores de edad, así como evitar que las personas pierdan la conciencia por ingesta de licor en este tipo de lugares, minimizando el riesgo de materializar comportamientos contrarios a la convivencia.
Dios Y Patria.
Comandante Metib
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