En camino hacia una agricultura regenerativa

Luis Armando Castilla

La evolución de la humanidad ha llevado a grandes avances en la calidad de vida, a su vez que ha impactado de manera considerable el entorno natural.
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Dentro de las principales características que marcan el futuro de la vida en el planeta son una proyección poblacional de 8.500 millones de personas para el año 2050, cambio climático expresado en variabilidad, perdida de biodiversidad, degradación del suelo y alteración del ciclo del agua. Sobre esta base se debe pensar la agricultura del futuro, entendiendo su importancia en el suministro de alimentos para las próximas generaciones y su relación con el entorno natural.  

En este punto, nuevas técnicas de producción hacen parte de la investigación agrícola. Una primera alternativa presente en las discusiones actuales es la agricultura orgánica, la cual debe profundizar su investigación analizando la relación beneficio – costo y el impacto social, ambiental y económico que tenga en cada territorio productivo. Otra opción es la agricultura de precisión, la cual ha impactado positivamente múltiples sistemas productivos. Si bien esta tecnología puede aumentar la producción y reducir costos e impactos ambientales, enfrenta otro tipo de desafíos para un desarrollo integral, por ejemplo, la integración de la biodiversidad en los sistemas productivos y la participación de las comunidades locales.

Ante los desafíos globales y la necesidad de buscar soluciones integrales, la agricultura regenerativa es una opción que se debe profundizar. Su principal reto consiste en armonizar la agricultura con las dinámicas de la naturaleza, enfocándose en conservar y revitalizar los procesos biológicos del suelo. Este concepto no riñe con el objetivo de la agricultura orgánica, ya que busca la producción inocua de los alimentos sin afectar el medio ambiente. También utiliza prácticas de la agricultura de precisión, al poder utilizar esta tecnología para dirigir de manera precisa las actividades humanas del cultivo. Todo lo anterior debe tener un pilar y es el conocimiento científico de los ingenieros agrónomos y demás profesionales del agro, en tanto deben administrar de manera eficiente los recursos biológicos, químicos y físicos para que logre conservar y revitalizar la función ecosistémica. 

Algunos de sus beneficios tangibles son los alimentos nutritivos, mejora de la salud del suelo, mayor retención de agua, resiliencia y adaptación al cambio climático, aumento en la capacidad del suelo para retener carbono orgánico, aumento de la biodiversidad agrícola y sus especies conexas, y finalmente mejorando la calidad de vida de agricultores y habitantes rurales. Concluyendo sobre las ventajas de su implementación, un sistema de agricultura regenerativa no solo podrá aumentar la productividad en términos de cantidad y calidad de los alimentos disponibles, sino que también podrá aumentar la resiliencia del territorio, asegurando la provisión sostenible de alimentos a futuro sin crear choques con otros servicios ecosistémicos indispensables para la vida, como la regulación del clima o la calidad del aire. 

En términos de aplicación, es necesario tener profesionales especializados y formados en agricultura regenerativa, con el fin de transferir los conocimientos al grueso de los productores. Para ello, además de la investigación, la extensión agropecuaria y la asistencia técnica son vitales para su aplicación efectiva tanto en cultivos de grandes, medianos y pequeños agricultores. Dentro de estas tendencias es importante profundizar en el aprovechamiento de la biomasa residual, el uso de biofertilizantes y fertilizantes eficientes, el uso de la agricultura de precisión aplicada, la combinación de cultivos con sistemas forestales regenerativos, la protección de cuencas hidrográficas y la coexistencia con polinizadores, entre otros aspectos. 

Además de las actividades propias del cultivo, es importante incorporar elementos de la agricultura regenerativa en la planificación territorial. El principal instrumento de gestión es el Plan de Ordenamiento Territorial a cargo de los municipios, figura que tiene dentro de sus funciones determinar el uso del suelo. De acuerdo con la Ley 338 de 1997, este instrumento debe velar por la protección de los ecosistemas, el ciclo del agua y los recursos naturales, buscando la soberanía alimentaria. Lo anterior, pensando la agricultura no como una actividad que genere tensiones con el medio ambiente, sino como una herramienta que permita el aprovechamiento sostenible contribuyendo con el bienestar integral. 

 

Luis Armando Castilla Lozano

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