¿Constituyente o reconstituyente?

Manuel José Álvarez Didyme

La reacción de las gentes del común en las calles de las principales ciudades del país ante el reiterado propósito de nuestro inefable presidente de convocar una constituyente para reformar la Carta del 91 con miras a apalancar la prolongación de su mandato y/o su eventual reelección, está llevando a entender lo que este quiere obtener: un reconstituyente que le ayude a recuperar el perdido respaldo de una opinión, fatigada con su altisonante e incendiario verbo, y la reiterada amenaza de su bélica actitud y la de sus “primeras líneas”, “desde la calle”.
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Un urgido llamado a somatén con el que aspira a desdibujar la gran verdad que de allí emerge: su aspiración de reformar la Constitución por decreto persigue el silencio de la opinión ajena, sobre todo la de los medios adversos a su criterio, y la distracción del Congreso y la Justicia, con lo cual, lejos de inflamar el fervor de sus validos, acentúa el deterioro de su ya precarizada imagen.

Y es que como ya se ha podido evidenciar, él y su mediocre gobierno han ido perdiendo respaldo en el electorado, al punto que éste apenas si arriba a un 40% en popularidad en tanto aquel ocupa el 9° lugar entre 10 gobernantes latinoamericanos examinados por sus ejecutorias, alto índices si se consideran la sucesión de sus errores y desaciertos que están conduciendo al país y su economía hacia una inexorable bancarrota.

Lo cual explica su abrupto cambio temático discursivo, pues la única salida que le queda ahora es apoyarse en asuntos que distraigan la opinión para tratar de recuperar su menguada popularidad, devolviendo su discurso hacia los populistas contenidos de la campaña que junto a tulas llenas de dinero de poco claro origen, le permitieron llegar a la presidencia,  buscando con ello mimetizar el descrédito ante la comunidad que lenta pero perceptiblemente le ha venido retirando su apoyo, de cara a una realidad que es tozuda y que devela a más de los malos manejos y la corrupción de su gobierno, la persecución a la expresión disidente, la feria de las subvenciones que ha venido haciendo para lograr su mesiánico sueño de crear un neoimperio bajo su influjo y su falta de equilibrio mental para orientar adecuadamente una nación moderna y democrática.

El desabastecimiento generado por un trasnochado intervencionismo de Estado que aspira a  regular los bienes de consumo y los medicamentos, la baja ejecutoria de sus subalternos y colaboradores, el desestímulo a la inversión y la salida precipitada de muchos capitales ante sus amenazas tributarias o de expropiación, unidos a las crisis internacionales que ha provocado su incontinencia verbal, han venido a corroborarle que la confianza en su gobierno, que él creía fuerte y sólida, está verdaderamente afectada.

Esperemos que lo que futuramente haga el impredecible y variable gobernante, no nos afecte con los niveles de gravedad que  pronostican los arúspices.

Manuel José Álvarez Didyme-dôme

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