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Para los días 21 y 22 de febrero del presente año ha sido convocada la realización del más esperanzador encuentro del movimiento campesino nacional con el gobierno de Gustavo Petro, del cual se espera que salga una versión corregida del pacto que se suscribió en enero de 1972 entre el gobierno de Misael Pastrana Borrero y los más encopetados representantes del latifundio colombiano, y que por haberse firmado en Chicoral, municipio de El Espinal, lleva por nombre el de Pacto de Chicoral.
El Pacto de Chicoral trae a la memoria del campesinado un mal recuerdo. Evoca el más alevoso freno que se haya aplicado jamás a norma alguna, y que en ese caso se orientó contra las tímidas disposiciones de reforma agraria entonces existentes, las cuales habían sido expedidas con la intensión de menguar el extendido fenómeno de la concentración de la tierra en Colombia y de poner fin a una violencia que ya comenzaba a adquirir visos de genocidio.
De tales normas había surgido el INCORA y el reconocimiento legal a la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC, pero su repercusión práctica nunca fue más allá de una tímida distribución de baldíos, sin ninguna consecuencia para el sector terrateniente, lo que hace más aborrecible aunque continuara la expulsión del campesinado de sus tierras.
Con el gobierno de Pastrana había llegado una ligera esperanza a los campesinos, pues su plan de gobierno, las Cuatro Estrategias, contemplaba en su tercer punto el propósito de fomentar la producción agropecuaria. Fue, sin embargo, una esperanza vana, pues lo que había detrás de esta estrategia era la concertación entre Pastrana y los grandes señores de la tierra del compromiso de erradicar todo riesgo de expropiación que pudiera derivarse de las normas agrarias existentes. En Chicoral quedó claro, entonces, que el fomento de la producción agropecuaria no iría de la mano de los trabajadores del campo
Del Pacto de Chicoral ya nos separan 52 años y las condiciones de vida del campesinado continúan casi en el mismo nivel de aquel entonces, no obstante las valerosas luchas que han librado los campesinos, lo alcanzado en la letra del primer punto de los Acuerdos de La Habana y los esfuerzos del actual gobierno para su implementación.
Esto obliga a la suscripción de un nuevo pacto. Un nuevo pacto, pero con sentido inverso. Un pacto con el campesinado en el centro de sus preocupaciones. Un pacto que revive el movimiento campesino y lo ponga en tránsito hacia esa vida digna tan arduamente luchada y para la que nuestros campesinos tienen tantos merecimientos. Tal es el propósito que se espera del evento de Chicoral.
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