Es cuestión de dignidad

Rodrigo López Oviedo

Aunque las cosas para nuestro gobierno no salieron como hubiera sido deseable, resulta indignante la forma cómo la derecha está celebrando el desenlace a que dio lugar la digna actitud de Gustavo Petro ante el trato de criminales que se les está dando a los colombianos víctimas de deportación.
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Luego de saber que dos aeronaves militares de Estados Unidos habían sido puestas al vuelo con sendos grupos de migrantes colombianos en su interior, todos ellos esposados como peligrosos delincuentes, Gustavo Petro, asumiendo el deber constitucional de defender la honra de estos compatriotas, ordenó cerrar cielos a tan humillantes vuelos y exigió al gobierno norteamericano ofrecer un trato digno a todos los que sean sometidos a sanción tan cruel.

Debe aclararse que estos deportados lo fueron por no tener en regla los documentos migratorios, más no por violar otro tipo de disposiciones. Como no se les demostró lo contrario, debió tratárseles como personas de bien, y así exigirlo nuestro país; lamentablemente, no es esta la forma como lo entiende la derecha, antes gobernante y ahora opositora.

Bien se sabe que la derecha es la representación política de los más encopetados sectores económicos y la defensora de sus privilegios. Bastó con que Trump hablara de aranceles para que pusiera el grito en el cielo, justificando su posición, no en lo que ella perdería como usufructuaria que es de todos los beneficios económicos derivados del comercio internacional, sino en una fementida preocupación por lo que perderían sus trabajadores al verse de patitas en la calle, víctimas del desempleo, al que se verían abocados por el cierre patronal de las empresas a las que sirven. Claro, no comentan que ese cierre patronal solo se presentaría si ven disminuidas sus utilidades a niveles inferiores a los que podrían obtener en otros tipos de inversión.

Por supuesto que a Petro le tocó dar su brazo a torcer, y deberíamos preguntarnos: ¿Por qué no lo han hecho otros países, como Cuba, Nicaragua o Venezuela; ni lo hicieron otros, como Chile, en tiempos de Allende, Granada, en tiempos de Bishop, y muchos otros bajo parecidos mandatos? Pues porque contaban a su favor con pueblos que nos aventajaban en comprensión política y de soberanía, y con propósitos relacionados con algo más de lo meramente progresista.

Tales son las razones por las que Petro no pudo ir más allá de donde hubiera sido lo ideal. Pero Colombia podría llegar a ese estadio, si la dirección de las actuales organizaciones sociales y políticas les pusieran más empeño a las tareas de concientización, que tan importantes son en el propósito de alcanzar las transformaciones revolucionarias que nuestro pueblo requiere.

Rodrigo López Oviedo

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