Un sistema encarcelado

Ninguno de los candidatos presidenciales que actualmente están en campaña se ha atrevido a proponer soluciones concretas en el tema de las cárceles, más allá de las intenciones de Petro, de perdonar a los ladrones y “darles cariño”

Estamos al borde del colapso del sistema penitenciario en Colombia. En Ibagué, no solo en la permanente hay hacinamiento, sino en el Coiba de Picaleña, lo cual pareciera responder a una gran crisis nacional que lleva años, y que, en las demás cárceles del país, se vive de la misma manera o incluso peor.

El Gobierno nacional nos ha llenado de cárceles, y aunque eso sería lo lógico para descongestionar las que están repletas como el caso de Bellavista, aquello resulta siendo improductivo, no solo en términos financieros, pues eso le cuesta al Estado un dineral y a la ciudadanía que paga a través de sus impuestos el sostenimiento de las mismas; sino porque estas no permiten una resocialización verdadera, y todo lo contrario, terminan siendo universidades del mal, y trincheras de delincuentes quienes maniobran a sus anchas desde la oscuridad de las celdas.

Recientemente, el Tribunal Administrativo del Tolima, falló a favor de la Defensoría del Pueblo, una acción popular en favor de los reos que estaban desde hace un buen tiempo en la Permanente, por cuenta de que el Inpec, a causa del hacinamiento y otros factores, se negaba a recibirlos en el Coiba de Picaleña.

El asunto es que las condiciones de donde se encontraban, no eran las más aptas para su estancia; pero tampoco, la cárcel termina siéndolo, pues allí el tema de hacinamiento es bastante preocupante. Por ello, el fallo, probablemente ni quita ni pone a la situación personal de esos reclusos.

Hoy, es necesario pensar en una medida de choque que prevenga el delito en Colombia antes que castigarlo, y que haga que el colombiano piense muy bien antes de delinquir, ya sea porque la sanción que le espera es terrible, o porque probablemente se arrepentirá toda su vida después de ella.

Actualmente el desesperanzado prefiere la vida del mal porque al menos en la cárcel come y duerme gratis y no tiene que molestarse en trabajar, y en muchas ocasiones los delitos menores no le representan ir a prisión, sencillamente porque las leyes son blandas, y porque no hay cama pa´ tanta gente.

Todavía nos cuesta entender los motivos para que países como Estados Unidos y China sean del primer mundo, y aquello en parte se debe a una eficaz aplicación de la ley. Cadena perpetua, pena de muerte, y la castración química para violadores, que por cierto en Colombia, pasó un primer debate, han hecho de esos países un modelo a seguir. En nuestro país, ante la falta de efectividad de las leyes, las personas prefieren tomar la justicia por su propia mano, y eso tampoco debería estar bien visto.

Ninguno de los candidatos presidenciales que actualmente están en campaña se ha atrevido a proponer soluciones concretas en el tema de las cárceles, más allá de las intenciones de Petro, de perdonar a los ladrones y “darles cariño”. Mano dura para quien infrinja la ley, sea quien sea, y es allí donde se hace tan urgente una reforma a la justicia, que castigue al corrupto en vez de beneficiarlo.

REDACCIÓN EDITORIAL

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