La santísima trinidad argentina

Guillermo Pérez Flórez

Se dice que Freud inventó el psicoanálisis porque lo necesitaban los argentinos. No sé si esto sea cierto o no, pero lo que sí sé es que Argentina es uno de los pueblos con mayor capacidad para engendrar mitos perdurables. Tal vez porque es un pueblo nuevo, fruto de grandes migraciones, y necesita crear referentes de identidad y un relato nacional. Alguna vez le preguntaron a Jorge Luis Borges que de dónde descendían los argentinos, y sin vacilar contestó: “De los barcos”, para significar precisamente eso, que es un pueblo de inmigrantes.
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Contemplar las multitudinarias escenas de dolor por la muerte de Diego Armando Maradona me hace pensar que estamos en presencia de la consagración de un nuevo mito, el cual se sumará al de Eva Duarte, o simplemente ‘Evita’, como la llaman millones de argentinos, y al de Ernesto Guevara, el ‘Che’. Sobre estos personajes se han escrito miles de textos y centenares de libros que testimonian la extraordinaria fascinación ejercida sobre varias generaciones. De hecho, el año pasado conmemoraron el natalicio de Evita, una carismática mujer que en vida tocó el cielo con las manos, y que una vez muerta ascendió directamente a él, por voluntad expresa de los argentinos, tal como quedó documentado en la magistral novela de Tomas Eloy Martínez, ‘Santa Evita’. Y qué no decir del ‘Che’, ese guerrillero fantasmal que todavía deambula por el mundo, estampado en las camisetas de millones de jóvenes que ni siquiera saben qué hizo realmente, y que para antiguas generaciones fuera una inspiración política.

Comienza ahora la era mítica de Maradona, el personaje contemporáneo más popular de Argentina. Un genio, un poeta del balón, con una enorme capacidad para anotar goles - con los pies, la cabeza y las manos - y también autogoles, como lo demostró durante la etapa más oscura de su vida, cuando se entregó a las drogas y al alcohol. El ‘Pelusa’ siempre le gustó desafiar al destino y hacerle gambetas a la vida. Dice su biógrafo, Guillem Balagué, que su “historia está repleta de paradojas increíbles, errores y rectificaciones, hazañas épicas y anécdotas de declives y resurrecciones”. Su vida, como la de Evita y El ‘Che’, es de novela. Emergió de una chabola bonaerense que no podía ofrecerle nada diferente a un balón de fútbol, y lo tomó con sus pies para no soltarlo nunca, salvo cuando se echaba a perder esnifando cocaína, de la mano del diablo y ponía a llorar a Argentina.   

Tuvo con Evita varios puntos en común, uno de ellos el peronismo. “Yo fui, soy y seré siempre peronista”, dijo el pasado 17 de octubre, al conmemorarse el Día de la Lealtad. Nunca ocultó sus simpatías políticas, entre ellas la profesada por Fidel Castro y Hugo Chávez, ni tampoco sus antipatías, como la que sentía por Macri. Se consagró como héroe nacional en el mundial del 86 en México, cuando con la ayuda de “la mano de Dios” derrotó a Inglaterra y cobró venganza por la humillación de las Malvinas. Qué duda cabe. Evita, el Che y Maradona, conforman la santísima trinidad argentina. Por supuesto eso no excluye del ‘santoral’ gaucho a otros, como a Borges y al inmortal Gardel. Ya hay más haciendo cola.

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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