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Este año se cumplen 160 años de la creación como estado. Un acontecimiento que los hijos del gran Tolima deberíamos celebrar con total entusiasmo, hacer de él una ocasión para repensarnos como región y escucharnos todos, sin excepción. La celebración de tan importante fecha, puede servir de revulsivo para recuperar el bravío talante y poner en el centro de las preocupaciones el bienestar de nuestra gente. Estamos atravesando grandes dificultades, Neiva e Ibagué son las capitales del desempleo, un desempleo que golpea con crueldad a los más jóvenes y a las mujeres. No podemos cerrar los ojos ante la espantosa realidad que nos azota. Pensar cómo vamos a hacer del Tolima una tierra más justa, amable y próspera, es una obligación colectiva. Qué importante sería que en las escuelas, colegios y universidades, en las academias, gremios, empresas y sindicatos se hicieran conversatorios sobre lo que hemos sido y lo que queremos ser. Qué importante aprovechar la fecha para obtener un mayor compromiso del gobierno nacional con esta tierra.
El Tolima tiene inmensos desafíos sociales, medioambientales y de infraestructura. La pandemia se ha encargado de mostrar sus precariedades en materia de salud pública y el rezago tecnológico. Existen oscuros nubarrones sobre el más inmediato futuro, los jóvenes están perdiendo la esperanza. Hay que estimular una deliberación propositiva de las llamadas ‘fuerzas vivas’, reformular una agenda de prioridades (la agenda Tolima 160) a partir de las nuevas circunstancias y trazar una hoja de ruta, con sentido de urgencia. Actuar ya. El cambio no es una opción, es una obligación, los costos de seguir como estamos son incalculables. Es vital que los tolimenses nos sentemos a conversar y dejemos a un lado las prevenciones políticas y los afanes electorales. Escucharnos para entendernos, y entendernos para avanzar en una senda de modernización y desarrollo incluyentes. Hagamos de esta celebración la oportunidad para un nuevo comienzo, ganémonos entre todos una segunda oportunidad como región.
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