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Desafortunadamente, tales índices chocan con una debilidad ostensible, causada por el inmenso poder que despliegan en su contra los sectores dominantes, expresado a través del Congreso, las Cortes, los medios, los gremios y otras instancias de poder, los cuales impiden el avance de sus iniciativas de transformación social.
Ante semejantes poderes, Petro ha tenido que darle continuidad a varias políticas que resultan odiosas al pensamiento democrático, y que, en consideración al carácter progresista de su gobierno, debieran estar superadas, pues no contribuyen a dignificar a sus beneficiarios y, por el contrario, generan en estos un espíritu de resignación y conformismo que los lleva a pensar que lo que reciben es lo que merecen y que más allá no puede haber nada mejor para ellos.
De tales medidas hacen parte los subsidios, algunos de los cuales, lamentablemente, no pueden suspenderse sin afectar gravemente a sus beneficiarios. De tal naturaleza son los dirigidos a los ancianos en pobreza extrema, así como los denominados familias en acción, jóvenes en acción y devolución del IVA, los cuales, por todo beneficio, solo les generan a quienes van dirigidos la exigua satisfacción de recibirlos. Estos subsidios tienen que sufrir una radical transformación, de tal manera que puedan permitir a sus beneficiarios ser productores directos de las soluciones a que están dirigidos, como lo está buscando Gustavo Bolívar desde el Departamento de Prosperidad Social. De este grupo no hacen parte los apoyos alimentarios -PAE- que reciben los estudiantes de bajos recursos ni los de vivienda para familias sin techo, cuya cuantía merece incrementarse.
Pero, así como existen subsidios intocables, hay otros que se precisa reestudiar, pues benefician a sectores que pueden valerse por sí mismos, como los transportadores, e incluso a otros mucho más poderosos que solo “necesitan” elevar sus utilidades. Son subsidios que son fruto y se conservan gracias a dañinas medidas de presión, nunca tan reprimidas como muchas otras justas movilizaciones, como las del 2019 y 2021.
Llegará el día en que podamos contar con un Estado que garantice a la población que ninguno de sus miembros requiera tener que humillarse a través de esta forma de mendicidad, pues cada uno de ellos podrá contar con la plena posibilidad de satisfacer todos sus derechos fundamentales. Ese día no estaría lejano si, además de contar, como ocurre hoy, con un presidente progresista, pudiéramos incidir más determinantemente en los demás poderes, comenzando por el Congreso de la República.
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