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“Un día razoné, al otro decidí razonar de nuevo, el tercer día me dije: la verdad duele”. Esta oración de J. Lobillo sirve de prefacio para señalar que solo el razonamiento deductivo puede desvelar la decadencia tolimense y desmentir a quienes, para beneficiarse de un poder ilegitimo, por no emanar de la razón, el diálogo y la democracia, sino del egocéntrico gamonalismo, descaradamente afirman que el Tolima progresa o prometen progreso, farsas que ponen en evidencia cómo la decadencia material es consecuencia o empieza en la decadencia espiritual y mental.
En artículo anterior señalé que la crítica objetiva debe contextualizarse históricamente para poder correlacionarla con la ley de causalidad y ahora digo que la ley de causalidad muestra que nuestro añoso atraso radica en la decadencia progresiva que, por lo mismo, impone la urgencia de una hoja de ruta para superarla. Bajo este enfoque de causalidad se infiere que los gobernantes actuales y también burócratas, ediles y diputados, no son, intrínsecamente, culpables de los graves problemas existentes y, por tanto, la enconada critica personal a los actores públicos solo sirve para opacar una perspectiva histórica que revela la progresividad de la decadencia y por tanto la culpabilidad de los problemas; así entonces la crítica, jamás propositiva y siempre casuística, la hacen quienes ignoran la historia o quienes, en su hora, auparon la decadencia y hoy son viudos de un ilegitimo poder en trance de recuperarlo.
Se colegirá que, per se, los actuales actores públicos no son culpables del atraso, pero sí lo son si ya gobernaron y por ineptitud no frenaron la decadencia y, si no gobernaron, también podrían ser culpables ante la historia si ahora no se deslindan de la politiquería gamonalesca y asumen compromiso con el progreso de sus territorios. Para el caso ibaguereño, de tantos ejemplos de culpas compartidas de los exgobernantes, uno sería el eventual racionamiento de agua (no inédito, pues desde tiempos remotos lo sufren muchos barrios), porque siendo Ibagué, copioso en aguas, seria cinismo atribuir la escasez de agua potable al fenómeno del niño para ocultar la imprevisión y la ineptitud de quienes lo gobernaron las últimas cuatro décadas, lapso en el que no idearon un plan rector del agua, al menos para cincuenta años adelante y, por motivos que parecen non sanctos, dilataron el acueducto complementario.
Así entonces, siendo la decadencia el principal factor de sostenibilidad del atraso regional, por permitir un talante retrogrado en la gobernanza tolimense, es inexplicable y frustrante que buena parte de las llamadas fuerzas vivas del Tolima hayan sido seducidas o avasalladas por esa “política” para el atraso y se resistan a entender el regionalismo, como alternativa que en sí mismo, es una hoja de ruta para reconstruir física, moral y políticamente al Tolima.
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