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A más de otros indicadores, que no se han mirado con el debido cuidado, como son, el inestable suministro y la mala calidad de su energía y la precariedad de su servicio de agua en amplios sectores, todo lo cual nos sitúa de cara a una realidad adversa que ya ha debido ser enfrentada para verla superada con el comprometido esfuerzo del sector público local y el apoyo del sector privado, acordados en una sólida APP, a fin de resolverla con urgencia con miras a obtener el “desarrollo deseado y necesario”, encabezados por la nueva administración municipal.
Evitando así que tales circunstancias le resten notas de calidad a la excelente posición geográfica que tiene nuestra capital y que la privilegia potencialmente como centro logístico y comercial, generándole un amplio cúmulo de expectativas positivas.
Una factibilidad que ha sido advertida en la perspectiva de desarrollar en la región todo un sistema de administración logística y de cadena de suministros necesarios (compras, producción, almacenaje, embalaje, transporte, mantenimiento y actividades de transformación y distribución), sin tener que ir para ello desde Buenaventura hasta la caótica Bogotá, para verse luego en la obligación de regresar a cumplir con el proceso de distribución en los diversos centros de consumo.
Como es fácil ver, la lógica de la iniciativa reside en que ello daría origen a un eficiente y rentable enlace, entre el más grande centro de producción y demanda del país, y el obligado punto de ingreso y salida de mercancías alejados hasta hoy por el tiempo y la distancia, aprovechando al efecto las ventajas comparativas y competitivas que le brindan a la ciudad su antedicha privilegiada ubicación como punto intermedio en el paso del occidente al centro del país, misma razón que llevó en su momento al Senador Laserna, a construir, como un primer movimiento en tal sentido, un área de bodegaje en predios de la Inspección de Buenos Aires, que permanece subutilizada en la actualidad.
Todo lo cual en momentos en que la ciudad se encuentra y continúa sin norte ni vocación cierta, diversa a “la música”, vocación que tampoco se ha explotado debidamente y que se ha ido difuminando en el tiempo en la medida en que a estos lares han venido arribando flujos migratorios, conformados por individuos de las más diversas formación y procedencia, carentes de vocación musical, mientras los nativos, artísticamente calificados, emigran hacia otras latitudes en procura de mejores condiciones de vida.
Así las cosas, lo hecho hasta hoy por las cabezas del poder político-administrativo y la Cámara de Comercio locales, no ha sido nada distinto al tradicional desinterés frente a lo importante, culpable del precario estado en que nos encontramos, sin tener en cuenta que Ibagué ha devenido hoy en el asentamiento de más de un millón de personas al que no se le está dando eficaz respuesta en sus requerimientos de empleo, ingreso y calidad de vida.
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