Las movilizaciones del pasado 19 de septiembre, convocadas en respaldo al Gobierno del Cambio, permiten concluir que el ascendiente popular de Gustavo Petro sigue intacto.
Injustificada resulta la reacción de triunfo que asumieron algunos líderes del petrismo ante la forma como terminó el reciente paro de los mercaderes del transporte.
Cuando, transcurrido un buen número de años, los historiadores se apresten a examinar la personalidad y el gobierno de Gustavo Petro, una de las primeras conclusiones de que darán cuenta será la de la total consistencia política de este líder, en quien siempre encontraron una plena coincidencia entre los discursos que pronunciaba como congresista opositor y los de presidente de la República.
Cuando un pueblo ha padecido la suerte de contar con gobiernos pródigos en la implementación de cambios para que nada cambie y aparece uno interesado en verdaderas transformaciones en su beneficio, tal pueblo así lo percibe, y lo de esperar es que se ponga firme en su defensa.
Pese a que el 42 por ciento del electorado venezolano fue cooptado por la derecha en las pasadas elecciones, a Nicolás Maduro y su gobierno no les ha quedado ningún miedo de las elecciones, y quieren medirse de nuevo.
El 30 de diciembre de 1992, mientras los aprendices y la masa laboral del SENA disfrutaban de su acostumbrado descanso vacacional, el gobierno nacional, entonces en manos de César Gaviria Trujillo, resolvió endosarle al sector privado su obligación de invertir en el desarrollo social y técnico de los trabajadores y de promover su formación profesional, que hasta entonces venía cumpliendo con lujo de competencia la mencionada entidad.
Muy sensato resultó Andrés Manuel López Obrador al no seguir interviniendo en el caso de las elecciones de Venezuela mientras la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia no resuelva el recurso que interpuso Nicolás Maduro ante los escándalos de fraude de Corina Machado y Edmundo González.