Cuando un desadaptado vestido de hincha golpeó a Daniel Cataño sobre las 6 p.m. del pasado domingo no solo atacó la integridad física de una persona, sino que también se fue en contra de un país que trata de superar un largo periodo de violencia que incluso contaminó el ‘deporte rey’.
Los antecedentes del lamentable episodio se remontan al 26 de junio de 2022, cuando el Deportes Tolima se enfrentaba a Atlético Nacional en el estadio Manuel Murillo Toro en la final del Torneo Apertura. Daniel Cataño, entonces jugador del equipo de Ibagué, tuvo en sus pies un penalti que prácticamente le daba el campeonato a los ‘pijao’, sin embargo, lo erró y, además, terminó expulsado. Desde entonces ha sido señalado como el culpable, teniendo que irse del club ante la resistencia de la afición.
Se fue a jugar a Millonarios y a partir ese momento la situación no hizo sino empeorar. Cada vez que debe regresar a Ibagué con su nuevo equipo es recibido con centenares de insultos y ataques, los cuales fueron la antesala a esta agresión física, cuya gravedad aumentó cuando el bus del equipo visitante fue atacado a piedra.
El incidente no es un asunto menor. El fútbol, como fenómeno de masas y pasión de millones, es un buen reflejo de la sociedad en donde se juega. Por eso hay que rechazar enérgicamente este tipo de actos, pues a la violencia no hay que cederle espacio ni en los estadios ni en ningún otro lugar.
Numerosos estudios demuestran la relación que existe entre el fútbol y la violencia. En países como Colombia la violencia intrafamiliar aumenta significativamente cada vez que juega la selección nacional. Durante el Mundial de 2018, este tipo de violencia incrementó un 25 % en el país.
No hay que excusarse en la (supuesta) provocación del exjugador del Deportes Tolima, ni en el fervor del instante de juego. El ataque que ahora pone al Deportes Tolima y a su hinchada en los reflectores del mundo del fútbol se incubó durante meses y el repudio debe darse sin matices.
Debemos aceptar las sanciones que vengan y hacer todo lo posible para que nunca más se vuelva a repetir una circunstancia de esta índole. Desde hace un tiempo se acepta que el equipo de Ibagué es el nuevo grande de Colombia. Aceptar los errores e intentar corregir lo que los posibilitó, hace parte de esa grandeza.
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