Una de las primeras personas que salió a expresar su opinión, fue la concejal Silvia Ortiz, quien manifestó su desacuerdo con el rediseño, porque con la imagen actual se posicionó Ibagué desde hace más de una década, y este es el referente de la ciudad ante el mundo, por lo cual este no es oportuno.
Otro de los cuestionamientos tiene que ver con el alcance de la difusión de la propuesta entre los ibaguereños, ya que muchos ciudadanos no siguen las redes sociales de la Alcaldía y la decisión quedaría en manos de unos cuantos cientos de personas.
También hubo quienes se manifestaron a favor de la transformación, como el concejal César Eugenio Franco, quien expuso que los colores que se proponen se identifican más con la ciudad y que “no hay que tenerles miedo a los cambios”.
Las ciudades necesitan una imagen para atraer el turismo y los negocios, y promover una percepción positiva entre residentes y visitantes. El logo debe reflejar un espíritu único y característicos de la ciudad, con sus valores e identidad, para posicionarla en el imaginario colectivo. Además, debe buscar trascendencia, que sea diferenciable y tener en cuenta las características propias de la ciudad.
En esencia, la Alcaldía no pretende cambiar el logo por otro, sino introducir unas modificaciones en los colores, ya que el actual tiene de fondo los colores vino tinto y oro que caracterizan al Tolima y se busca sustituirlos por amarillo, verde y rojo, que son los de la bandera de Ibagué.
Es conveniente que se explique con mayor amplitud en qué consiste la transformación y cuál es su propósito para que los ciudadanos opinen de forma informada. Seguramente las dos propuestas presentadas al público fueron estudiadas expertos en diseño y estrategias de marketing, y buscarán mejorar el posicionamiento de la ciudad.
Si se trata de una decisión tomada, suponemos que debe estar acompañada de un espectacular lanzamiento de marca entre los grupos de interés a los que se piensa llegar.
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