De modo creciente en los últimos tiempos –y no solo durante este Gobierno– nos encontramos con preocupantes signos de significativa disminución en la presencia del Estado, cuya fortaleza no necesariamente tiene que asociarse a un modelo autoritario o de tendencia derechista.

Aun cuando en ocasiones, para deslegitimar el crucial papel de la Rama Judicial como fiel de la balanza en un Estado de Derecho, se le atribuyan intenciones políticas a sus providencias, la existencia de un poder judicial en todo sentido independiente es la única talanquera a desviaciones del poder, comportamientos indebidos o pretensiones gubernamentales de perpetuarse en el ejercicio del mando.

Hoy les pido licencia a mis amables lectores para comenzar esta columna con unas reflexiones de mi hijo Federico, publicadas hace algún tiempo en El Espectador: “La muy ponderada y poco aplicada Constitución del 91, aun cuando tiene muchas cosas buenas, enterró en Colombia la posibilidad de tener un sistema político de verdad...”.

Por estos meses, muy seguramente asistiremos a varios eventos académicos para conmemorar los cien años de fundación de la Universidad Libre de Colombia.

Uno de los objetivos planteados en la Constitución del 91 para ampliar la democracia – hasta entonces considerada ‘restringid’– fue pasar de la representativa a la participativa.

En la elevada cumbre de sus noventa y cuatro años acaba de hacer tránsito a la vida eterna el profesor Jaime Peralta Carrillo, símbolo humano y ponderado referente de civilidad para todos los chaparralunos, que siempre tuvimos en él un valioso exponente de lo mejor que vive con orgullo en nuestro Tolima Grande.

En la elevada cumbre de sus noventa y cuatro años acaba de hacer tránsito a la vida eterna el profesor JAIME PERALTA CARRILLO, símbolo humano y ponderado referente de civilidad para todos los chaparralunos, que siempre tuvimos en él un valioso exponente de lo mejor que se vive con orgullo en nuestro Tolima Grande.

Más del setenta por ciento de los colombianos y colombianas que durante estos días han leído y escuchado toda clase de comentarios sobre la condena al Estado por el exterminio de la Unión Patriótica a partir de 1984, o no habían nacido o eran niños cuando comenzó y se desarrolló semejante máquina criminal. Por eso es bueno recordar el origen, el por qué y el cómo de cuanto ocurrió.

Con todas sus secuelas de corrupción, violencia, cultura del enriquecimiento fácil, distorsión del sistema político, afectación de las relaciones internacionales, intensificación del conflicto armado, y asesinatos de jóvenes promisorios en la política como Jaime Pardo, Rodrigo Lara y Luis Carlos Galán, el narcotráfico ha sido una verdadera maldición para Colombia

Como casi con seguridad, en las sesiones de marzo de nuevo se hablará de la pomposa ‘Reforma Política’, no sobra retomar dos de sus aspectos más controvertidos: las listas cerradas al Congreso y la posibilidad de que los parlamentarios puedan renunciar para incorporarse en seguida al Gabinete. Nada nuevo en esta discusión.