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Va a comenzar su jornada y se le ve cansado y sin ánimo, pero va por la tercera pensión. El papá lleva a sus hijos y lo ve caminar. Sus hijos a los que lleva y recoge del colegio, dice que no aprenden, no saben ni de ortografía, ni redactar ni de historia ni geografía y " el mayor mío va en noveno y sabe muy poco. Tampoco quieren estudiar porque no están motivados, quieren seguir aquí haciendo lo que yo hago en el campo”. “Los profesores cada rato faltan, no solamente ese profesor, los otros también y los muchachos pierden tiempo en el colegio, pero si llegan tarde de una vez los sancionan”. Al profesor no le pasa nada. Yo quiero que estudien y que no les toque como me ha tocado a mí, pero no les abren el futuro, no los motivan, lo peor, uno no sabe cómo aprueban cada año”.
Al final de la jornada, por la tarde, ese profesor que en la mañana iba a cabizbajo, lo veo sonriendo, terminó su jornada y sale de su “agotadora” rutina. No tienen vocación por la educación y no es exigente. Muchos ven en la carrera del magisterio una bolsa de empleo, aunque nunca pensaron en ser docentes. Tampoco el sindicato permite autoevaluaciones, actualizaciones y calificaciones. A los profesores debería exigírseles esto porque la educación pública está manga por hombro y no todos los profesores cumplen con esa vocación sagrada. Ni hablar de las escuelas en los campos y en los barrios de Bucaramanga. Y lo mismo, por lo demás, lo podemos plantear en muchas profesiones: sacerdotes (algunos se esconden allí), médicos que sueñan solo con enriquecerse pronto, ingenieros que solo saben hacer pliegos tramposos, abogados que tuercen la ley.
El grave problema de Colombia es ético y eso pasa por la educación, una educación formativa, estimulante, creativa y disciplinada, espartana, que cultive la inteligencia, el cerebro y el cuerpo como quería Simón Rodríguez, formador de Bolívar.
Ni Albert Camus hubiera llegado a ser lo que fue sin su querido profesor Germain: “…Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto”.
A Colombia debe llegar una nueva generación que privilegie la inteligencia, no la astucia y cambie la impronta facilista que nos ha invadido gracias al narcotráfico, formando nuevas generaciones con la ética de un nuevo mundo . Lo demás es hipocresía.
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