Como es tradicional en nuestro país, el Gobierno se compromete con cambios que, en un alarde de populismo, favorecen a amplios sectores de la población.
Mientras la Real Academia Española gasta cerca de cinco años para aceptar mil seiscientas noventa y siete nuevas palabras, luego del consensuar con veintidós academias nacionales y una intensa actividad “argumentaría”,
El apogeo de twitter coincidió con su salida de la Presidencia de la República, y ante la disyuntiva de dedicarse a ser un anónimo chalán del Ubérrimo o mantener vigente la imagen de un recio paladín de la “democracia”, optó por lo segundo y se dedicó día y noche a enviar esos cortos mensajes de ciento cuarenta caracteres que son ampliados por sus seguidores, los medios de comunicación.
Una nueva oleada de españoles está llegando a las ciudades Latinoamericanas en busca de futuro. Esta vez no los mueve la avaricia, la sed de oro y de gloria.
Los medios de comunicación, especialmente la televisión y la radio, crean con frecuencia unos productos que lanzan al mercado para satisfacer el morbo de algunas personas y se dedican a repetir las mismas imágenes hasta saciar al televidente o al radio escucha produciendo en ellos el efecto contrario de lo que buscan.
Existe en el imaginario popular el concepto de que las academias de la lengua son instituciones rígidas y anacrónicas, integradas por acartonados estudiosos,
Ha regresado de nuevo la esperanza, así lo presagian los treinta y seis puntos en la tabla, la diferencia significativa con sus inmediatos seguidores y la práctica de un fútbol sencillo pero productivo.
Como lo afirma Nicolás Morales Thomas, presidente de la Asociación Colombiana de Editoriales Universitarias: “Una universidad que no disputa el camino de la visibilización editorial, no es un estamento universitario”,