La COP16

El pasado sábado finalizó la COP16, y si bien no se lograron acuerdos en todos los temas, si se adquirieron compromisos mundiales para la protección de la biodiversidad,

como la creación del “Fondo Cali”, que establece las empresas que emplean Información de Secuencia Digital (DSI) de recursos genéticos de biodiversidad en la fabricación de sus productos compartan parte de sus ganancias al fondo (50% de estos recursos serán destinados a pueblos indígenas y comunidades locales); la conservación de los saberes tradicionales de indígenas y comunidades locales, el reconocimiento de los afrodescendientes como protectores de la biodiversidad y el acuerdo para la preservación de áreas de importancia ecológica en aguas internacionales.

La asistencia fue exitosa: más de 30.000 participantes en la zona azul, destinada a las conferencias y negociaciones formales, y cerca de 900.000 en la zona verde, un espacio abierto para que comunidades, académicos, organizaciones no gubernamentales y sector privado intercambiaran experiencias, conocimientos y propuestas en el tema de la biodiversidad. Cali cumplió con lujo de detalles y el comercio, los hoteles y el sector productivo en general se beneficiaron.

Sin embargo, las decisiones más cruciales no se pudieron tomar, como el establecimiento de un fondo más amplio para la biodiversidad, por falta de negociadores, por lo cual debieron posponerse.

En este escenario, los directores de las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) presentaron el “Manifiesto por la vida, conservación y protección del patrimonio ambiental de Colombia”, en el que incluyen propuestas como la destinación de 3,5 billones de pesos anuales, hasta 2027, en acciones de conservación; el aumento de las áreas protegidas en un 15% a 2027; la inversión de más de 6.500 millones de pesos en protección de fauna y biodiversidad, y llegar a la meta de sembrar 60 millones de árboles.

Los compromisos de las CAR son plausibles y suenan grandiosos. Ojalá los recursos y los proyectos no se pierdan en el laberinto de la burocracia y la corrupción, ya que es urgente que se implementen estrategias para frenar el deterioro ambiental. En el Tolima, por ejemplo, el río Combeima está en riesgo y no se conocen actuaciones eficaces para detener los daños; por el contrario, cada día crecen, a la vista de todos, las construcciones, las invasiones y la ocupación de la ronda del río para negocios y parqueaderos.

También se destacó la voz de la gobernadora del Tolima, Adriana Magali Matiz, quien propuso acciones conjuntas para la protección de la Cordillera de los Andes (que atraviesa siete países), amenazada por el cambio climático, la deforestación, la expansión de la frontera agrícola y ganadero y el crecimiento de las áreas urbanas.

En fin, fueron mayores los beneficios para Colombia y el mundo, en materia de protección de los recursos naturales.

El Nuevo Día

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