Un pacto con el pacto
Aún no comprendo bien por qué, en política, se da un raro contubernio o insana convivencia entre la renuencia y la anuencia, es decir, por qué, a toda hora, en cada tertulia y de manera casi unánime, se oyen quejas, protestas, insatisfacciones, denuncias y hasta chistes crueles, contra esa clase política inepta, egocéntrica y de dudosa ética, que hizo, hace y permite que el Tolima sea territorio en regresión y sin esperanza y que luego, una vez surgen candidatos, aflore un tsunami de alabanzas, de méritos sofísticos y, claro está, que pulule el sambenito de que tal o cual candidato es el predestinado. Es como un patético ruedo de gallos capones que nos hace caer en el minúsculo politiqueo para que olvidemos que el destino promisorio del Tolima solo es posible con una política escrita con mayúscula para que sea constructiva, propositiva, incluyente, educativa, restauradora y ética.