A raíz del atropello de la policía contra George Floyd en Estados Unidos, que lo llevó a la muerte, se desató en el mundo una oleada de protestas contra el racismo y, de paso, contra la desigualdad social.
¿Habrase visto mayor ignorancia que la nuestra? Esa horda de sedientos compradores, capaces de dar la vida por un aparato desechable, conseguible en cualquier momento sin tantas angustias y peligros de muerte, aunque sin el espejismo del descuento, es el reflejo más sobresaliente del estado de nuestra cultura.
Especulaba hace poco sobre la edad adulta, su situación desvalida hoy por hoy, su minusvalidez frente a la pandemia y el encierro (cárcel, tal vez) su selección macabra de pasar a quienes han llegado a esa condición a mejor vida.
Tercera edad, adulto mayor, viejo, anciano, veterano, longevo, arcaico, abuelito, son palabras, algunas veces cariñosas, que se usan para designar personas que han rebasado los sesenta o más años, pero que al lado de “vejestorio” o “cacreco”, se convierten en ofensivas y discriminatorias.
Querido Carlos Orlando:
Sorprendido por la calidad del texto que has titulado “Los tiempos del encierro”. Tuve el honor de conocerlo en una versión preliminar, que tú me participaste generoso, aún sin completar los 100 episodios que ahora el lector puede encontrar en el libro digital
Soy muy casero, como decían las señoras acerca de quienes permanecían en casa haciendo cosas productivas, a diferencia de otros que preferían la calle, los cafés, los billares o los prostíbulos.